viernes, 26 de julio de 2013

MAS ALLA DEL VIENTO, MAS ALLA DEL MAR

Corría el mes de octubre de 2010 y, por un azar del destino que algún día desvelaré, me encontré en un aula del Centro Cultural Paco Rabal con, al menos, otros 20 alumnos. Nunca antes había escrito nada que se pareciera a un relato o que pudiera interesar a alguien. Pero, allí estaba y, aunque sólo fuera para demostrarme a mí mismo que era capaz, escribí mi primera historia.
Ese mismo día encontré a personas que hoy considero amigos, de los que he llegado a aprender bastante, y no quiero olvidar a nuestra profesora, Felicitas, de la que guardo un recuerdo con mucho cariño y de la que aprendí que el esfuerzo y la constancia es el primer arma del escritor.
Y no me enrollo mas; por supuesto, espero condescendencia con unos titubeantes inicios.
 

MAS ALLA DEL VIENTO, MAS ALLA DEL MAR


         He esperado este momento durante mucho tiempo, sabía que finalmente tendría que ocurrir. Asomada desde lo alto, puedo ver como el silencio se muestra ante mí, dejando atrás el llanto, escuchando el silencio y después la nada. Miro la alcoba, nuestros cuadros, nuestros objetos comunes, ya no dicen nada…

         Ahora, al atardecer, sobre este acantilado frente al sol me presento ante vosotros. Poco puedo deciros de mi vida que no sepáis, si estáis aquí congregados es precisamente por ello. Cuanto más se sufren las fatalidades de la vida, menos fútil es ésta, se vive con más intensidad, con más fuerza. Parece, que una se agarra más a la vida si ésta no ha hecho más que poner obstáculos en su devenir. Quizás pude vivir mi tiempo con más intensidad, es cuestión de opiniones, pero fui feliz junto con los míos en una existencia con más calma y sosiego de los que he visto en mi rededor.

         Ya ha pasado ese tiempo en que todo lo que me rodea ha sido objeto de mi curiosidad. Los que me habéis conocido sabéis de mi gusto por la tranquilidad, la paz y el silencio, pero también sabréis del placer que en mí provocaba el bullicio de estar rodeada de los míos. No creo haberme comportado como una matriarca, aunque siempre he creído disfrutar del respeto de todos vosotros. Mi hamaca en el patio trasero, la luz del mediodía sobre los naranjos, el aroma del jazmín de la casa de los abuelos, el sonido del mar transportado por la brisa en las noches de verano, las erráticas trayectorias de los murciélagos bajo las farolas, los nidos de las golondrinas en primavera y tantos recuerdos que se van diluyendo con el tiempo.

         Ahora es el momento de recordar a los míos. Ellos están aquí, no me cabe la menor duda. Siempre han sido leales, nunca han faltado a su deber para conmigo y no creo que vayan a hacerlo ahora. Bien es verdad, que siempre ha habido alguno más esquivo que otro, pero en todos perviven las cualidades de su padre. Y de éste ¿qué comentar? por fin nos reencontraremos.

         Nada más he de deciros, viví con paz y con la misma me despido, sé que viviré mientras podáis recordarme y para mí esto ya es suficiente, pero es el tiempo de descansar, ha llegado el momento en el que debo reunirme con tantos a los que he amado y estoy impaciente por partir, más allá del viento, más allá del mar.

           

                                                                       14 de Octubre de 2.010

2 comentarios:

  1. Aquel primer relato destilaba ya lo que claramente llegaría a ser el "luiscarlismo".

    Un abrazo, amigo.

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  2. Siempre tan atento, siempre tan amable.
    Un fuerte abrazo, amigo.
    Espero que tus vacaciones aún estén por concluir.

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