viernes, 26 de julio de 2013

MAS ALLA DEL VIENTO, MAS ALLA DEL MAR

Corría el mes de octubre de 2010 y, por un azar del destino que algún día desvelaré, me encontré en un aula del Centro Cultural Paco Rabal con, al menos, otros 20 alumnos. Nunca antes había escrito nada que se pareciera a un relato o que pudiera interesar a alguien. Pero, allí estaba y, aunque sólo fuera para demostrarme a mí mismo que era capaz, escribí mi primera historia.
Ese mismo día encontré a personas que hoy considero amigos, de los que he llegado a aprender bastante, y no quiero olvidar a nuestra profesora, Felicitas, de la que guardo un recuerdo con mucho cariño y de la que aprendí que el esfuerzo y la constancia es el primer arma del escritor.
Y no me enrollo mas; por supuesto, espero condescendencia con unos titubeantes inicios.
 

MAS ALLA DEL VIENTO, MAS ALLA DEL MAR


         He esperado este momento durante mucho tiempo, sabía que finalmente tendría que ocurrir. Asomada desde lo alto, puedo ver como el silencio se muestra ante mí, dejando atrás el llanto, escuchando el silencio y después la nada. Miro la alcoba, nuestros cuadros, nuestros objetos comunes, ya no dicen nada…

         Ahora, al atardecer, sobre este acantilado frente al sol me presento ante vosotros. Poco puedo deciros de mi vida que no sepáis, si estáis aquí congregados es precisamente por ello. Cuanto más se sufren las fatalidades de la vida, menos fútil es ésta, se vive con más intensidad, con más fuerza. Parece, que una se agarra más a la vida si ésta no ha hecho más que poner obstáculos en su devenir. Quizás pude vivir mi tiempo con más intensidad, es cuestión de opiniones, pero fui feliz junto con los míos en una existencia con más calma y sosiego de los que he visto en mi rededor.

         Ya ha pasado ese tiempo en que todo lo que me rodea ha sido objeto de mi curiosidad. Los que me habéis conocido sabéis de mi gusto por la tranquilidad, la paz y el silencio, pero también sabréis del placer que en mí provocaba el bullicio de estar rodeada de los míos. No creo haberme comportado como una matriarca, aunque siempre he creído disfrutar del respeto de todos vosotros. Mi hamaca en el patio trasero, la luz del mediodía sobre los naranjos, el aroma del jazmín de la casa de los abuelos, el sonido del mar transportado por la brisa en las noches de verano, las erráticas trayectorias de los murciélagos bajo las farolas, los nidos de las golondrinas en primavera y tantos recuerdos que se van diluyendo con el tiempo.

         Ahora es el momento de recordar a los míos. Ellos están aquí, no me cabe la menor duda. Siempre han sido leales, nunca han faltado a su deber para conmigo y no creo que vayan a hacerlo ahora. Bien es verdad, que siempre ha habido alguno más esquivo que otro, pero en todos perviven las cualidades de su padre. Y de éste ¿qué comentar? por fin nos reencontraremos.

         Nada más he de deciros, viví con paz y con la misma me despido, sé que viviré mientras podáis recordarme y para mí esto ya es suficiente, pero es el tiempo de descansar, ha llegado el momento en el que debo reunirme con tantos a los que he amado y estoy impaciente por partir, más allá del viento, más allá del mar.

           

                                                                       14 de Octubre de 2.010

sábado, 25 de mayo de 2013

Angélica


     Comencé a escribir esta historia como un trabajo más de clase en el que tenía que idear una historia con algún tinte fantástico, pero, a la vez, quería darle un toque inesperado. Es esa sorpresa final lo que puede cambiar la realidad por la ficción; eso y que el final quede completamente abierto. Espero que os guste, pero que también sorprenda un poquito.
Angélica

  Estimada y lúcida dama de insondables respuestas: disculpa que interrumpa un momento de tu tan arduo trabajo, pero anoche vi una imagen que me ha conmocionado. Como bien sabes, soy bastante curioso y me gusta ver qué se cuece en Facebook; por eso todas las noches entro en mi página antes de acostarme. Te adelanto: no he dormido nada. Tampoco he podido levantarme en mitad de la madrugada como habría necesitado, tenía miedo de despertar a mi mujer y que me encontrara en el estado de inquietud que aún me embarga. La causa de mi desasosiego es algo que no consigo explicar, así que paso a relatarte los hechos.

 

  Si bien somos buenos amigos, nunca hemos podido intimar lo suficiente para hacernos confidencias de nuestras vidas pretéritas, quizás nunca se dé el caso, pero ahora he de preguntarte algo que considero muy importarte. Ayer entré en el enlace de tu última entrevista (por cierto el fotógrafo se esmeró más que otras veces) pero después de verte y seguir tu mirada hacía el entrevistado, me quedé a mitad de camino porque, desde el otro lado del cristal de la cafetería, vi la figura de un fantasma observándote. Su actitud desinhibida y de descaro, que no iba mucho con ella, me hace suponer que podía ser conocida tuya o de alguien de tu equipo, y por ello necesito saber si pudieras darme razón de ella.
 

 
   Incluso te diría más, su imagen es exactamente igual a la de una fotografía, la única que conservo de ella después de que una furia incontenible tras su pérdida me hiciera destruir todo aquello que conservara su imagen, su aroma o su presencia.


 
  Dado mi estado de ánimo, necesito comentarte que esa mujer fue mi primera pareja. La primera mujer que me miró como un hombre, la que me hizo sentir qué era vivir, la que me dio a conocer un antes y un después de su calor, la que me brindó esa entrega total de la persona y del alma. Por ella  recorrí medio mundo, o quizás todo él detrás de su sombra, de su verde mirada como ventanales a la campiña inglesa. Fue ella misma, la que una vez conseguí reencontrar en la parte más alejada del planeta para verla morir en mis brazos, donde exhaló el último suspiro y la luz de sus ojos se apagó para siempre. Ella me lo dio todo y todo me lo quitó el destino.
  Por favor, es perentorio para mí que me ofrezcas alguna explicación. No hay lugar a dudas, es la mujer que te mira tras el ventanal del Café Comercial en la última entrevista que has subido a Facebook.
***
  No he tenido tiempo aún de comprobar tus palabras, ahora te contesto a través del móvil, pero no te preocupes, seguro que es un error y tiene alguna explicación racional. En cuanto llegue a la oficina lo veo y te respondo.
***
  Estimado Miguel, no puedo comprenderlo, por más que miro y remiro las fotografías de la entrevista, no logro encontrar la imagen que me indicas. Bien es verdad que la realicé hace unos días en el Café Comercial, en una de las mesas que están junto a las cristaleras de la calle, pero en ninguna de ellas, en ninguna, aparece mujer alguna mirando hacia el interior. De hecho, he intentado hablar con el fotógrafo, que no es el habitual, sino un suplente que contratamos, pues Rafael lleva unos días sin aparecer por la redacción y tampoco he podido contactar con él. Lo seguiré intentando y en cuanto lo consiga y me mande la relación completa de las imágenes de la entrevista,  me pongo en contacto contigo. No creo que tarde mucho, Gabriel es una persona muy concienzuda y responsable, seguro que nos podrá ayudar a solucionar el misterio.
***
  Estimada dama de esperada luz, no creo que haya nada que me pueda desviar de la desazón que me invade. Era Angélica, sin duda. Angélica, estoy seguro. Te tengo que dejar ahora, está sonando el móvil. ¡No puede ser!  ¡me está llamando! ¡es ella!
 

sábado, 11 de mayo de 2013




Una tarde en el Retiro




El pasado fin de semana, como tantos otros, salí a dar un paseo por el Parque del Retiro. Fue una magnifica tarde de primavera en la que el sol del atardecer clareaba sobre las piedras de las fuentes. La hierba de los prados estaba salteada por jóvenes que refrescaban sus espaldas al aroma de los tilos y las acacias.

Colocados por entre los setos, los florecidos árboles del amor bordaban de rosa los diferentes tonos verdes salpicaban el paisaje y la algarabía de los artistas callejeros completaban la banda sonora del paisaje.

Junto al templete de música, donde, en primavera, la orquesta municipal ameniza los domingos por la mañana, se encuentra la Casa de Vacas, pequeña sala de exposiciones en la se puede disfrutar de las muestras más sorprendentes.

La sorpresa del día fue Paula Varona. ¿Quién? Paula Varona es la artista que ha creado las obras de arte que se exponen en esta sala. La Exposición se llama Madrípolis y estará abierta hasta final de mes.

Cuadros al oleo con motivos madrileños: Gran Vía de día, de noche y bajo el manto de la nieve, la Cibeles, la calle Alcalá, los tejados del centro, el  Retiro. La profundidad del color y la claridad de la  luz  no son otra cosa que la prolongación de la mirada azul, tan limpia como profunda, que sonríe mientras firma las láminas que se venden por precios irrisorios. Si no podéis acercaros, siempre quedará internet:  www.paulavarona.es, y para muestra creo que esta imagen sirve de ejemplo.

            Para finalizar, quiero agradecer a Paula su agradable trato, su amabilidad y todas las sensaciones que pude disfrutar con la contemplación de su obra, además de su autorización para utilizar su nombre en esta reseña.
 
 
LuisCar, 10 de mayo 2013

 

 

lunes, 22 de abril de 2013



Las lecturas de LuisCar 3

            Me han pedido que haga para clase unas reseñas de los cinco libros que más me hayan influido. En un primer momento, cinco libros me parecieron muchos. Nada más escuchar el enunciado del trabajo puse mi cerebro a trabajar. Cinco, lo pensé mejor, tampoco son tantos. El primero que me vino a la mente fue el clásico de clásicos.
D. Quijote de la Mancha, después otro que debería considerarse  como tal: El Corazón de Piedra Verde de Salvador de Madariaga. A continuación pensé, aún en clase, que debería darme una vuelta por las estanterías de casa; con la edad uno pierde memoria y no deseaba dejarme influir por las últimas lecturas.
            Cuando hube realizado ese periplo, corto pero intenso, recordé la media docena de ediciones que colecciono de otros dos clásicos más: Cumbres Borrascosas de Emily Brontë y Orgullo y Prejuicio de Jane Austen. El cupo estaba prácticamente cubierto y aún se agolpaban en mi mente libros y autores que han jalonado mis días desde la escuela, con mi número 13 del carnet en la biblioteca del barrio, hasta hoy.
            A lo largo de mis días he cometido infinidad de errores, en eso no creo diferenciarme de la inmensa mayoría de los mortales, aunque puede que en el arrepentimiento espontáneo que sufro, sí la haya. Cuando a los 16 años tuve que optar entre ciencias y letras ni siquiera llegue a plantearme que hubiera alguna posibilidad que no fuera las primeras. Así elegí Matemáticas Especiales, Química y Física en vez de Griego, Latín y Literatura. Este hecho singular, no fue más que el inicio de toda una serie de errores por los que voy a necesitar más de una vida para enmendarlos —no descarto vivir dos o tres si fuera necesario. El caso es que tuve que dejar de leer literatura para sumergirme en libros de texto y ensayos, libros que en nada me satisfacían.
            Inicié así en mi vida un periodo gris lejos de mi vocación de lectura. Pero como no hay periodos de oscuridad eternos, y tarde o temprano la luz termina por regresar, la retomé con nuevo empeño para devorar con hambre acumulada en años y sumergirme en todo tipo de aventuras a lo largo de este mundo y de tantos otros creados por la imaginación  de los autores. He sido naufrago junto con Arthur Gordon Pym, también he sido pirata en el mar Caribe cantando loas a una botella de ron, he buscado un diablo en el interior de una botella, he viajado a Arcadia para conocer a la familia Buendía, he recorrido la tierra de los hurones junto a Ojo de Halcón, marche a Londres para atravesar el andén 9 y ¾ en busca de un mágico mundo, jugué simulaciones de ataques alienígenas en naves espaciales con el joven Ender que resultaron ser reales batallas intergalácticas y atravesé el mar profundo en el Nautilus. También leí a Pereda, a Juan Valera, Fernán Caballero, Quevedo, Cervantes, Pérez Galdós, me emocioné con el Principito, hasta hace poco mi único libro releído. Eso sí, entre veinte y treinta ocasiones tuve la oportunidad de finalizarlo. He recorrido multitud de páginas juveniles con Cornelia Funke, Laura Gallego, Phillip Pullman e incluso finalicé el interminable viaje de Michael Ende. Se me saltaron las lágrimas con Carta Blanca de Lorenzo Silva, me indigne con Plenilunio de Antonio Muñoz Molina, me asombré con la Sombra del Viento, disfruté con el Olvidado Rey Gudú, mi corazón se volvió blanco con Julián Marías, comprendí el vacío de Carmen Laforet y sentí todas las emociones posibles con tantos y tantos libros que se encuentran en la lista de aquellos me hubieran gustado imaginar y que me hubieran gustado escribir.
            Después de tanto recorrido, creo que es mi obligación explicar porque un libro menor, como es En el lejano País de los Estanques, es para mí el quinto libro y último de esta caprichosa lista. Es muy fácil. Este libro significó en su momento una puerta abierta a través de la cual recibí un conocimiento que hasta entonces era completamente ignoto para mí. Los guardias civiles Bevilacqua y Chamorro y sin duda su autor, mi nunca bastante admirado Lorenzo Silva.
            De D. Quijote de la Mancha nada puedo decir salvo que decidí leerlo por casualidad y quizás también por un poco de esnobismo ¿cómo era posible que no lo hubiera leído? y la verdad, me marcó. Hay un antes y un después. Si tenía prejuicios antes de comenzar un libro, ahora lo hago con la mente abierta, deseando que me enganche y me divierta. Así lo hice con el Hidalgo Alonso Quijano y acerté.
 
            El Corazón de Piedra Verde fue un regalo de alguien de mi familia que insufló un nuevo punto de vista en un joven corto de miras y que algo tiene que ver con una novela a medias que guardo en un cajón de mi escritorio. Comienza en la España de Isabel y Fernando en los días en que Colón ha regresado para dar conocimiento del Nuevo Mundo y en los que los judíos han de abandonar Sefarad o convertirse al catolicismo. Dos personajes de familias opuestas enfrentados, ya las dos Españas, y una crónica completa sobre la conquista de Méjico con continuos choques de estos dos personajes cuyo odio será eterno e irreconciliable. Enorme maestría a la hora de escribir. Imprescindible a quien le interese saber de esa atávica lucha intestina e irreconciliable entre españoles que llega hasta nuestros días.
            Cumbres Borrascosas fue también otro regalo, parece ser que esta costumbre que llega hasta el día de hoy condiciona mis gustos y de alguna manera también mi vida. Recuerdo que el personaje de Heatcliff me pareció en su momento la persona más tortuosa y autodestructiva del mundo. Tanto amor era capaz de albergar por Catalina, que el hecho de ser rechazado le convirtió en un funambulista de la línea amor-odio-amor, que le obligaba a sufrir y hacer sufrir a todo el mundo para expiar su pecado de no haber sido suficientemente convincente, bueno, rico, o poderoso para que su amada no le despechara por el joven Linton. La historia publicada en 1814 creo que aún no ha sido rebasada y desde luego es ahora tan actual como hace dos siglos.
            Orgullo y Prejuicio, de Jane Austen, me parece una deliciosa comedia costumbrista de amoríos locales, en los que la pequeña clase media sufre para colocar a sus hijas alejadas de un sistema de herencia próximo al mayorazgo español. Ingenuos e inteligentes diálogos enmarcados en paisajes idílicos cierran esta comedia de amor con final feliz, en la que el papel de la mujer por inteligente que sea queda reducido a la búsqueda de un marido  con fortuna y las cosas no siempre son como parecen.
            En el lejano País de los Estanques es un descubrimiento nacido del boca a boca, como muchos años después lo ha sido Domingo Villar con su primera novela Ojos de Agua. Si el agente Vila me cautivó es porque de alguna forma, le considero un alma gemela: tiene gusto por los soldados de plomo, piensa las cosas dos veces antes de decirlas, admira y respeta a Chamorro aunque sea muy joven, y es muy concienzudo. Si está convencido de una cosa no se obceca, deja que sean los hechos y las pruebas las que le saquen de su error y no le gusta precipitarse en sus opiniones. En definitiva un tipo que me gusta. Y como por mucho que uno lo intente evitar, siempre hay algo del autor en sus personajes, esta admiración la hago extensiva a D. Lorenzo Silva, aunque se haya presentado a un premio de cuyo resultado se comenta de todo en los mentideros del ramo.
            He dejado para el final un comentario. Arnaldur Indridasson: Las Marismas, La Mujer de Verde (editada inicialmente como Silencio Sepulcral), La Voz, El Hombre del Lago, Invierno Ártico... Llegaron hace poco a mis manos y por ello su influencia ha sido menor que la de los libros señalados, pero un consejo kamikaze a lo Oscar Wilde: No dejen de leerlas.
 
 
 
            Una última anotación, sigan a la joven promesa Esther Peñas. Hay dos razones fundamentales: es joven y promete.
 
LuisCar, 22 abril 2013
 

viernes, 12 de abril de 2013

La Nada y el Vacío surgió de un trabajo de clase. Un nuevo reto que Esther no impuso. Después de habernos explicado, eso sí, con su verbo fácil los relatos de la creación del mundo que sobreviven en casi todas las culturas, nos pidió que imagináramos la nuestra propia de como se formó el mundo y así nació esta irreflexiva y caótica historia sobre la creación del universo
 
LA NADA Y EL VACIO


La Nada despertó. Buscó en la oscuridad a ambos lados de su lecho. Nadie la acompañaba y tuvo consciencia de su soledad. Decidió, entonces, que había soportado demasiada soledad en la eternidad de los tiempos y que necesitaba compañía. Primero pensó cuánto le agradaría oír una voz, pues el silencio era lo único que escuchaba más allá de sus pensamientos. Creó así el sonido. Como el tiempo del silencio ya había concluido, utilizó su voz para decirse a sí misma que a continuación nacería la luz. No soportaba ya el peso de las sombras y  
cuando creara lo que había pensado, quería que pudiera ser visto para que se pudiera conocer el grado de belleza de su obra. Así, abrió los ojos con fuerza y la luz nació.

            Una vez que ésta germinó, comprobó que nada había que ver o escuchar pues todo estaba vacuo, así que decidió crear la tierra firme, el mar y el cielo para que algo se pudiera ver y escuchar, y lo llamó Paraíso. Le gusto el nombre, pero nada en él se movía; era como ver una imagen fija eternamente y decidió añadir el movimiento. Creó los planetas y sus satélites y los ató con invisibles hilos para que sus orbitas estuvieran relacionadas y la noche y el día se sucedieran eternamente como en un infinito juego.

            Ahora que la Nada ya tenía qué ver, no tenía con quién comentar la belleza de los colores del atardecer, ni los del amanecer, ni las turquesas aguas del mar, ni las verdes praderas de trigo mecido por el viento; así que decidió entonces que no volvería a estar sola y modeló sobre las montañas un cuerpo a su imagen y semejanza y con la fuerza de un rayo le dio vida. Pero la emoción del último momento le hizo temblar y erró, y así el Vacío no se creó a imagen exacta de la Nada. Fueron sólo complementarios y cuando se acercaron comprobaron que sus cuerpos encajaban entre sí y fueron amantes. Tanto placer y tanta felicidad disfrutaron que decidieron extenderlos sobre la faz de la tierra, por lo que modelaron montañas con sus formas y todas aquellas que su imaginación alcanzaron a vislumbrar, y crearon tormentas que dieran vida a todas las criaturas sobre la superficie de la tierra.

             

LuisCar, 16 diciembre de 2012

sábado, 6 de abril de 2013


Hoy me encuentro multidisciplinar. Vamos, que me apetece añadir al blog otra de las cosas que más me gusta hacer: cocinar. Es una receta sencilla, económica, el salmón no es excesivamente caro y siempre se puede comprar más cuando está a mejor precio para congelarlo después.
 
 
Macarrones con Calabacín y Salmón

 

Ingredientes para 3 personas:

225 gramos de macarrones

300 gramos de salmón

1 calabacín mediano

1 cebolla mediana

Un chorreón de aceite de oliva y sal


 



            En primer lugar se ponen los macarrones a cocer en abundante agua con sal. A mi, particularmente, me gusta cocerlo así, sin una gota de aceite, pues la gracia llegará con la salsa o con el acompañamiento.


            Mientras se hacen los macarrones, aprovechamos para preparar el calabacín y el salmón. Empezamos por la cebolla, la picamos bastante pequeña y cuando el aceite, (a mí la unidad de medida que me gusta para el aceite es el chorreón) ya está caliente, la agregamos a la sartén. Es importante que no se queme, pues al ser un plato que va a transmitir muy poco color, si la cebolla se tuesta demasiado, va a dar al plato un aspecto poco agradable. Por ello hay que moverla constantemente y estar muy atento a las primeras muestras de que se esté dorando demasiado.
 


            Cuando los macarrones están hechos, 8 o 10 minutos de cocción según el gusto, yo los prefiero más bien duros, se ponen a escurrir y se dejan en la bandeja donde se han de mezclar con el salmón y el calabacín.



            Una vez pelado, cortamos el calabacín en cuatro cuartos para extraer las semillas si éstas son muy grandes, si no lo son, se cortan en láminas estrechas y se añaden a la cebolla, para que se vaya haciendo poco a poco. Si quieres acelerar el proceso, puedes salar ligeramente y tapar con una tapadera anti vaho.


            Aparte, el salmón se lava con abundante agua fría y se seca con papel de cocina, se sala y se corta en dados. Después, en otra sartén, se dora a fuego lento y cuando está hecho y dorado se reserva.

 

            Esperamos a que el calabacín y la cebolla se hayan pochado y  se añade el salmón. Se rehoga todo a fuego lento durante unos minutos. Cuando se ha mezclado todo, se añade a los macarrones, se calienta a fuego muy lento removiendo constantemente.

 

Cuando hemos terminado, solo queda emplatar y servir caliente. Se puede acompañar con un vino suave, rosado o blanco, incluso un lambrusco fresco.
           




 

Espero que os guste. Buen apetito.          
Una última cosa. Espero comentarios y sugerencias.



LuisCar, 6 de abril de 2013
 

jueves, 28 de febrero de 2013


Un Café Bombón

 
Ya lo comentó hace unos días la chica positiva en su blog: hay pequeños placeres que se combinan, en algunos casos, con otros que no lo son tanto. Ella hace una pequeña descripción del placer que supone el sexo para una muchacha joven, tal como ella es. No obstante, sin entrar en grandes goces, me voy a referir a uno de esos pequeños momentos que nos hacen suspirar, cerrar los ojos o que disparan las endorfinas de nuestro cuerpo. Soy capaz de enumerar unos cuantos de éstos placeres, pero ahora me voy a referir a uno especial, aunque en realidad son cuatro, todos nuestros sentidos menos el tacto. Comienza con un olor especial, te envuelve un aroma a azúcar tostado junto a los granos de café. Después el sonido de las gotas de cremosa espuma, que al caer sobre una cama de leche condensada, enfría la crema para convertirla en líquido, por lo que ya tenemos los colores blanco, negro y por último el marrón. Este se produce con la crema más alejada de la leche por lo que la temperatura del café, que hace de colchón térmico entre ella y las últimas gotas de moka, impide que ésta se licue dejando a la vista el tercer placer, el visual. Ya sólo queda referirse al último momento, tomar la tasa por el asa, acercársela a los labios, escuchar el sonido de la espuma al desplazarse, disfrutar del aroma que impregna la pituitaria antes de volatilizarse y por último sentir el sabor del líquido recorriendo la parte inferior de la lengua para después desplazarse rodeando el paladar, humedecer toda la capacidad bucal para por ultimo dirigirse hacia el estómago expandiendo su delicado aroma por todo tu cuerpo. Simplemente un café bombón.

martes, 26 de febrero de 2013


        No hay nada más triste que una mentira del ser querido. Siempre que esto ocurre, nos da por tomar el partido de la parte engañada, pero ¿qué ocurre cuando es la parte más débil la que engaña? Recordad el mito de D. Juan...
 
No es verdad…

No es verdad, ángel de amor,

que en esta apartada orilla,

más pura la luna brilla

y se respira mejor…

 

            Juan miraba con ojos cansados, había navegado con ellos todo el día y parte de la noche. Por ella era capaz de aprender largas estrofas de poesía, de los mayores esfuerzo y de esperar sentado toda la noche a que la luz del amanecer bañara su angelical rostro. Inés.

            Se había incorporado sobre la cama. No podía dormir, se encontraba exhausto, había trabajado desde el alba. No tuvo ni un instante de descanso, siempre concentrado en la tarea, salvo algunos momentos en que la recordaba para  hacerse más fuerte.

            Casi a oscuras, con la tenue luz del despertador y el mágico silencio de la noche, la miraba. Veía su figura modelada por el cobertor, jugaba con su respiración acompasándola a la suya. Al principio, el juego fue relajado y tranquilo, boca arriba era lánguida y serena, inspiraba con un dulce movimiento de pecho y expiraba con la misma suavidad que mecía su silueta en rítmico vaivén.

            Juan no dejaba de observarla, sus pupilas se habían dilatado como las de un felino para ver sus facciones. No lo necesitaba, podía describir por completo la orografía de su piel, tantas veces recorrida, con sólo cerrar los ojos. Dormía de una forma plácida y sosegada. Entonces, divagó unos instantes, paseó por las alturas, subió por empinadas laderas, bajó a los valles donde escuchó el arrullo del viento y regresó caminando sobre ardiente lava. 

            Un escalofrío le rescató del sopor y se dio cuenta de que instintivamente seguía jugando con su respiración. Comenzó a apreciar que era más liviana y confusa. Ahora se movía inquieta bajo el edredón, agitaba brazos y piernas en una danza extraña y desacompasada. Posó la mano sobre su frente, —sólo una pesadilla, se tranquilizó. A pesar de ello, seguía con su ritmo de respiración. Éste ya no era ligero, sino rápido y superficial, próximo al jadeo.

            De repente se desarropó, con sus piernas sacudió las sábanas hasta que se liberó del peso que la oprimía. Entonces, abrió los ojos y escuchó decir:

—Javier, cariño...   

sábado, 26 de enero de 2013

Las Lecturas de Luiscar 2








            En la primera entrada de las lecturas de  LuisCar hice mención a La noche de los Lobos, de Federico Volpini. Si no me extendí, como en el caso de Indridasson o de Ignacio del Valle, fue por una buena razón. A las pocas horas de subir la entrada al blog, el Sr. Volpini, Don Federico había quedado en asistir al curso de los Cuentistas del Rabal para comentar su libro. Hubiera sido por mi parte una imprudencia, a tan solo unas horas de la visita del autor, exponer ideas que en poco tiempo podían ser contrastadas con el mismo. Pasadas las razones, vayamos al turrón, símil que en agrios tiempos de principio de año puede casar.
            La historia empieza con una incursión vikinga con secuestro de príncipe y la aparición de la ‘verdadera gente’ que aniquilan a éstos y convierten al príncipe en un anónimo entre tantos. A partir de aquí, con un verbo fácil, D. Federico nos desgrana la trayectoria de una joven que, a temprana edad, tomó las riendas de su vida en un entorno hostil, donde las luchas de poder de los adultos influían en su vida y que, gracias a su arrojo y a un collar mágico, fue capaz de llevar a buen puerto una misión para la que nadie la había llamado y el destino la había elegido. Literatura juvenil de calidad, merece la pena intentarlo.
            Vehemente, clásico en sus gustos musicales con referencias a King Crimson, hacía tanto tiempo que no me acordaba de ellos que me dio una gran excusa para retomarlos (Recomiendo especialmente Epitaph, editado en el disco In the court of Crimson King). Contrario respecto de las decisiones de la editora en cuanto al título y al montaje de la portada, se mostró claro, contundente y gran conversador. En definitiva, un buen tipo con el que se puede departir y charlar durante horas, un gran escritor que se prodiga poco.

            Además, en estos días de fiestas navideñas pasadas, he tenido oportunidad de leer algunos libros más. Aunque hace ya un par de meses que los terminé, me gustaría recordar los dos libros de Glenn Cooper, La Biblioteca de los Muertos y su continuación, El Libro de las Almas  
Partiendo de una abadía medieval en las islas del canal tras el fin de la Segunda Guerra Mundial, se descubre un complejo subterráneo de salas que contienen una serie de libros, millares, en los que se relatan nombres y fechas que encadenan nombre y fecha de fallecimiento. Estos libros, que son controlados por los servicios secretos norteamericanos, dan lugar a filtraciones, usos, digamos ilícitos, y héroe que lucha por la razón y la verdad. Bien escrito, cuadrado en los enigmas que van surgiendo y bastante entretenido, quizás el problema resida en que lo inverosímil termine por ser indiferente, además de que la verosimilitud de la actuación de los servicios secretos queda lejos de lo que uno pueda imaginar. Son los malos del libro, pero no por ello han de ser tan torpes. En definitiva, un divertimento sin mayor trascendencia.
            Otro de los libros que he leído estos días lo elegí para pagar una deuda de gratitud. A principios del verano pasado me reglaron un ejemplar de El Sueño Eterno de Raymond  Chandler. No soy tan osado para comentarlo. Clásico entre clásicos, solo diré que cada frase, cada relectura, cada sentencia del Sr. Marlowe tiene el peso de una idea en sí misma. Las hijas del general diseñadas como el mejor personaje y desenlace sorprendente. Si no lo han leído, creo que están perdiendo un valioso tiempo si no están camino de la biblioteca.
            Puestos a leer clásicos, el siguiente fue Fahrenheit 451 de Ray Bradbury —surgió en la conversación con el Sr. Volpini. Esta vez fue la primera lectura. Según iba leyendo recordaba  fotogramas de la película de Truffaut que pude ver en la televisión cuando era un niño. Como norma general, de los clásicos poco se puede decir. Quizás uno deba describir mejor sus emociones al leer que analizar la calidad literaria, pues después de tantos años, tantas lecturas y tantos estudios en las universidades de todo el mundo, no voy a descubrir nada que no esté dicho, ni escrito. Pero lo que nadie habrá sentido por mí es la ansiedad, el frío, la opresión y la desesperanza de pensar y experimentar los momentos que vive el personaje en su periplo interior. La ciencia ficción no es en el fondo más que un atrezo para seguir indagando en los sentimientos y en las relaciones humanas ante casos que imaginamos diferentes a la vida cotidiana. Pasados los años desde su edición, todo lo que aparece en esta novela pudiera ser realidad, un estado opresivo, unos servicios públicos que se usan para lo contrario de lo que fueron diseñados y un desarrollo tecnológico que sólo buscar alienar a la sociedad. De verdad, ¿estos parámetros no le recuerdan a nada de lo que ocurre en nuestros días? Prometo una relectura.
            Ahora el fracaso del mes. La Niebla Herida, de Joaquín M. Barrero. He aguantado hasta la página 250. Para mí es un fracaso personal. Tengo una norma y una máxima: a cualquier libro le doy hasta la página 50 para que me enganche. Si llegado a este punto no lo ha hecho, abandono. En el caso de la Niebla Herida he sobrepasado con creces ese listón, me interesa el tema, de verdad, es inteligente y promete. ¿Cuál es el problema? En mi opinión, las divagaciones y las explicaciones sobre la guerra civil y el entorno de los personajes. Creo que no son necesarias y entorpecen el ritmo, además de distraer de la trama que es realmente interesante: el asesinato de unos niños por lo que vieron en el matadero de Madrid, y cómo, tras la emigración a Venezuela, muchos años después, se resuelve el misterio. Pero de esto ya no puedo hablar, me quedé en la página 250.
            Para resarcirme de este fracaso, he vuelto a lo seguro. Aunque no me gusta releer libros —quedan tantos por leer— mi estado de ánimo necesitaba enfrentarse con algo seguro, ya leído. Y como no, uno de mis favoritos, Arnaldur Indridasson, y puestos a repetir, qué mejor que el primero de sus libros que leí: Las Marismas.
            Es el primer libro que se editó en español de este autor islandés, si bien es el tercero de la serie del inspector Sveinsson. Espero que algún editor inteligente se atreva a traernos los dos primeros. Indridasson a través de Erlendur —forastero en la lengua original—, que para mí es tan especial, investiga en su interior y en las peculiares relaciones con su familia en entornos de casos policiales excepcionalmente desarrollados y resueltos siempre de una manera inteligente, sorpresiva y sin violencia ajena a la vida diaria de un país donde las condiciones de vida son extremadamente difíciles.  No dejéis de leerlo.
            Entre mi fracaso y la relectura de Indridasson hice una parada en el metro. Metro 2033 Leningrado, de Shimun Vrochek. Recientemente editado, forma parte de una serie llamada Universo Metro 2033, iniciada por Metro 2033, novela original de Dmitry Glukhovsky, que Editorial Planeta está tratando de introducir en nuestras casas. Este libro que alguien que me aprecia y conoce mi gusto por la ciencia ficción me propuso su lectura. Supongo que a ella ni le apetecía, ni tenía tiempo para hacerlo. La verdad, yo tampoco la imagino leyendo batallas de pulpos mutantes contra humanos supervivientes a un holocausto nuclear en estaciones de metro a oscuras e inundadas por negra agua radioactiva. Bueno, pues aunque empiece de esta manera, es un espejismo, lo que sigue es mucho mejor. Cada estación es un estado independiente, hay federaciones de estaciones, luchas por el poder entre las mismas, deseos imperialistas y una superficie poblada por bestias que han sobrevivido a la radiación y que devoran a cualquiera que decida salir a la misma.
El robo de un grupo electrógeno que abastece de energía a una estación desestabiliza el status quo de los reinos de taifas, iniciando el periplo de Iván por los túneles,  estaciones y la superficie, lugares todos ellos habitados por una completa fauna humana o no tanto, que intenta sobrevivir buscando una central nuclear que surta de energía a toda la red de metro. Radiación, bichos, plantas semi humanas,  humanos semi vegetales, humanos y un final inesperado, tampoco está tan mal. Si te gusta la ciencia ficción te lo aconsejo. 

LuisCar, enero 2013