martes, 31 de enero de 2017

YA PASARÁ


Edelmiro y Sisenanda tenían una mala racha. Él lo repetía sin cesar: una mala racha. Lo que quedaba de cosecha se arruinó en un aguacero y un mal granizo remató la faena; una epidemia se llevó las pocas cabras que pacían en el establo y un pequeño incendio en casa convirtió en cenizas la despensa y buena parte de sus recuerdos.

No te apures Edelmiro, ya pasará, le decía ella. Y él, con su acuosa mirada de tristeza, abría la boca para decir algo, pero siempre se arrepentía en el último momento y callaba. Edelmiro miraba al cielo en busca de respuestas mientras su hacha surcaba el aire en una melodía de acero y madera. Mañana pasará…


            Aquella madrugada las calles de pizarra volvieron a escuchar el eco de la Compaña que regresaba del bosque con su botín de almas perdidas. A su paso, la niebla, que envolvía el camino, sólo se rasgaba por un viento que hacía aullar las carcomidas ventanas, que cabalgaba por las techumbres caídas, lastimaba las rejas del cementerio y se paraba para hacer una reverencia ante una cruz de madera ensangrentada y su tallado epitafio: “Por fin pasó"


domingo, 28 de febrero de 2016

Los Estorninos


                        Raquel y Antalya eran las mejores amigas del mundo. Entre dos personas no era posible descubrir un amor fraternal tan puro y profundo. Sin saber cómo, un día se encontraron, charlaron, tomaron unas cervezas y se reflejaron una en otra de tal manera que sellaron un futuro de eterna camaradería.

                        Estaban enojadas con el mundo, ese fue su primer punto de encuentro, quizás un lugar común para muchos, pero especial para ellas. Sus mundos, que se encontraban en orbitas simétricas, se habían derrumbado de una manera paralela, tal como los escombros de un castillo de naipes derrumban los que se encuentran próximos en una suerte de efecto dominó. Ambas tuvieron que esmerarse en recoger del suelo sus pedazos, restos de autoestima, de alegría o esperanza y se vieron obligadas a buscar, en lo más recóndito de su ser, ese ungüento que aliviaría su desesperación y que serviría para pegar con esmero todas las teselas, en que sus almas se habían fragmentado al chocar contra la ignorancia y la prepotencia de aquellos que habían zancadilleado su vida.


                        Estaban juntas, cogidas de la mano, sentadas en su lugar favorito: el cerro de los estorninos. Era todo un espectáculo ver las piruetas de las aves que generaban en el aire formas imposibles frente a un sol carmesí de fondo, platea del enorme teatro de la naturaleza. Aquella paz, que planeaba sobre la brisa refrescaba sus mejillas, era todo lo que necesitaban en ese momento; no había ni hijos, ni padres, ni amantes, sólo ellas y el rumor del viento jugando con los mechones de su cabello.     

                        El silencio no era triste, ni azul oscuro, ni gris plúmbeo; era el sentir del paisaje sosegado, lucido. Con la imaginación puesta en los pájaros de plumaje marrón, sus formaciones les llevaban a preguntarse por qué todo su mundo se había venido abajo y por qué no iban a ser capaces de sobreponerse a esta situación, como antes lo hicieron con tantas otras. Sin duda habría situaciones mejores, pero la contemplación de la esfera roja bañándoles de energía era el revulsivo que necesitaban, saber que pasara lo que pasara, después siempre habría un lugar en el cerro, o en cualquier otra parte, donde se podrían sentar y con sólo mirarse comprenderían que, con el apoyo de la otra, serían capaces de acometer y resultar victoriosas de las más complicadas empresas.

                                                                      Madrid, 26 de febrero de 2013

sábado, 7 de marzo de 2015

Amada Lucia


Hace tiempo que no escribía más de una pocas líneas y aprovechando un concurso de una cadena de hoteles junté estas pocas letras. Espero vuestras opiniones en los comentarios.


          Amada Lucía, aquí estoy, de nuevo en Budapest, en la misma habitación del hotel donde estuvimos juntos por última vez, la 414, claro, no podía ser otra. Desde que te marchaste he ido recorriendo nuestro mundo a través de la memoria, mis anotaciones, tus fotos, los souvenirs que compramos pero he querido que este sea el primer destino de mi periplo, el último  donde fuimos felices.
Recuerdo que hace unos días, mientras escribía el diario del viaje en esta misma mesa, tú, a mi espalda, en esa enorme piscina de látex, te quitabas el bikini muy despacio, nadando a favor de los ángulos del espejo para que te pudiera ver. Yo me hacía el distraído para que el espectáculo se prolongara lo más posible. Miraba de reojo para buscar en tus ojos ese brillo cómplice que iluminaba nuestras vidas. Me abrazaste entonces y me invitaste a zambullirme en aquel mar de espuma.
Por la mañana, como el último de nuestros ritos dejamos nuestra marca en la habitación del hotel. A ti no te hace falta que te lo recuerde, pero nunca la encontrarán. En eso consistía el juego, en Praga fueron unos versos de Neruda escritos con zumo de limón en la carta del servicio de habitaciones; en Florencia una foto nuestra en el interior de la barra de un toallero; en Roma un micro relato pegado bajo la base de un cajón, y tantos otros lugares donde dejamos un poco de nosotros mismos. Pero esos tiempos ahora no son más que recuerdos que se agitan en mi cabeza, como las nubes que se hacen girones en medio de una tormenta. El pasado no es sino pasado y no ha de volver, tú no volverás y yo sólo sueño despierto todas las noches en reunirme contigo.
He llegado a un acuerdo con el hotel para que mañana cuando abandone la habitación incineren el colchón y la ropa de cama; quizás sea un acto fútil, pero no quiero que nadie mancille el lugar, ni nada de aquello que estuvo en contacto con la piel más suave y con el aroma más dulce que nunca nadie pudo tener.

No dejo de pensar en ese deportivo amarillo, porqué hizo lo que hizo, ¿por qué? ¿Cómo no lo vi? pero cuando quise darme cuenta ya era tarde, el revuelo de la gente, los gritos, el tumulto y tu silencio. Mi amada Lucía, quién nos iba a decir que nos separaríamos para siempre en un aeropuerto, en uno de esos lugares que tanto nos han unido y que han sido el punto de partida de los mejores días que hemos podido compartir.
Ya no me queda más que regresar, volver al sosiego de nuestra casa y a la paz del trabajo. Por el día estaré lo más cerca de ti que pueda y por la noche me acurrucaré junto a tu lápida sólo para esperar tu visita, mientras repaso nuestros álbumes de fotos y paso las páginas de nuestros cuadernos de viajes.
Nunca te gustó mi oficio de sepulturero, pero como siempre te dije era mi vocación y ahora mira, de alguna manera, la fortuna nos ha favorecido. ¿Cuántas personas conoces que en nuestra situación puedan estar prácticamente todo el día juntas? Acunar a las personas en su última morada me ha ayudado a sobrellevar tu ausencia y a esperar ese momento en que volvamos a estar juntos; pero mientras tanto, te hago una última promesa, mi amada Lucia, yo velaré tu sueño, nunca volverás a dormir sola.

Madrid, 28 de febrero 2014

martes, 27 de enero de 2015

LOS COLORES DEL MAR


La tempestad me ha alcanzado, una enorme galerna. No he sabido ver las señales, pero estaban en el ambiente. La bruma,  que a retazos envolvía el sol, la brisa, que tornaba en vendaval inmisericorde y frío, la luz del sol que ya no reflejaba el brillo de tu cabello, en forma de arco iris, y la mar, la mar, madre de todo...
El helado viento ha escarchado mi corazón y la espuma del oleaje ha arrasado todo aquello que imaginé. He sentido la tristeza del gris y con mis manos he arañado el amarillo al amanecer, he aspirado la gélida humedad desatada por la tormenta, pero todo lo he soportado con firmeza. He arrostrado todos los fantasmas que me han visitado, y a los que antes me abandonaron también; como aquel día en que cerré los ojos para ver ante mí un horizonte azul e infinito, como una enorme pared celeste, que tras un ventanal me daba tu calor.

http://estanochetecuento.com/colores-de-la-mar/

sábado, 17 de mayo de 2014

Carmen, Carmencita, la Carmelinda de mis historias.


            Hay personas que pasaremos por la vida como una maleta con ruedas, ligeras y sin dejar rastro, pero algunas de ellas no se merecen tan triste viaje. Sin duda ese es el caso de Carmen, mi amiga, y desde aquí quiero remitirle un cariñoso tributo a su memoria:

 


            Carmen, Carmencita, la Carmelinda de mis cuentos, te has marchado. Te enfrentaste a la Parca antes de tiempo y le plantaste cara como solo tú sabías reírte de la adversidad:

-Me voy porque yo quiero, no porque me lleves -me imagino ese semblante incrédulo de la dama negra ante sus palabras-¡Qué error de la naturaleza!

            Ese era su carácter, valiente, fuerte, levantisco, repleto de libertad indómita y de generosidad.

            Su corazón era tan limpio como el mío blanco, su mirada tierna, intensa como mi cariño por ella, su sonrisa atronadora como algunos de sus silencios y su genio, furia ciega contra la injusticia.

            Carmen, Carmencita, nos has dejado el vacio de tu presencia, ese que sólo podremos llenar de tantos recuerdos a tu lado; te acabas de marchar y ya me duele la memoria de tanto pensarte.

            Mañana no habrá rocío sobre la fresca hierba, las flores habrán gastado toda su savia en lágrimas de ausencia para refrescar la suave brisa que ahora nos acuna con tus caricias.

            Era tu sonrisa aroma fresco como el jazmín de mi terraza y limpia como el azul de los cielos de agosto, tu tacto cálido como el regazo de una madre y tu ausencia desgarradora como una galerna en mitad de la océana noche.

            Carmen, Carmencita, Carmelinda, desde que nos faltas las luz se tiñe de sombras, los días menguan porque te buscan sin encontrarte y las noches son eternas porque no conseguimos soñarte.

            El tres de mayo te fuiste como una heroína y así cada uno de nosotros te erigirá un monumento en su memoria, ese territorio que siempre será tu hogar.
LuisCar, 3 de mayo de 2014
 

viernes, 26 de julio de 2013

MAS ALLA DEL VIENTO, MAS ALLA DEL MAR

Corría el mes de octubre de 2010 y, por un azar del destino que algún día desvelaré, me encontré en un aula del Centro Cultural Paco Rabal con, al menos, otros 20 alumnos. Nunca antes había escrito nada que se pareciera a un relato o que pudiera interesar a alguien. Pero, allí estaba y, aunque sólo fuera para demostrarme a mí mismo que era capaz, escribí mi primera historia.
Ese mismo día encontré a personas que hoy considero amigos, de los que he llegado a aprender bastante, y no quiero olvidar a nuestra profesora, Felicitas, de la que guardo un recuerdo con mucho cariño y de la que aprendí que el esfuerzo y la constancia es el primer arma del escritor.
Y no me enrollo mas; por supuesto, espero condescendencia con unos titubeantes inicios.
 

MAS ALLA DEL VIENTO, MAS ALLA DEL MAR


         He esperado este momento durante mucho tiempo, sabía que finalmente tendría que ocurrir. Asomada desde lo alto, puedo ver como el silencio se muestra ante mí, dejando atrás el llanto, escuchando el silencio y después la nada. Miro la alcoba, nuestros cuadros, nuestros objetos comunes, ya no dicen nada…

         Ahora, al atardecer, sobre este acantilado frente al sol me presento ante vosotros. Poco puedo deciros de mi vida que no sepáis, si estáis aquí congregados es precisamente por ello. Cuanto más se sufren las fatalidades de la vida, menos fútil es ésta, se vive con más intensidad, con más fuerza. Parece, que una se agarra más a la vida si ésta no ha hecho más que poner obstáculos en su devenir. Quizás pude vivir mi tiempo con más intensidad, es cuestión de opiniones, pero fui feliz junto con los míos en una existencia con más calma y sosiego de los que he visto en mi rededor.

         Ya ha pasado ese tiempo en que todo lo que me rodea ha sido objeto de mi curiosidad. Los que me habéis conocido sabéis de mi gusto por la tranquilidad, la paz y el silencio, pero también sabréis del placer que en mí provocaba el bullicio de estar rodeada de los míos. No creo haberme comportado como una matriarca, aunque siempre he creído disfrutar del respeto de todos vosotros. Mi hamaca en el patio trasero, la luz del mediodía sobre los naranjos, el aroma del jazmín de la casa de los abuelos, el sonido del mar transportado por la brisa en las noches de verano, las erráticas trayectorias de los murciélagos bajo las farolas, los nidos de las golondrinas en primavera y tantos recuerdos que se van diluyendo con el tiempo.

         Ahora es el momento de recordar a los míos. Ellos están aquí, no me cabe la menor duda. Siempre han sido leales, nunca han faltado a su deber para conmigo y no creo que vayan a hacerlo ahora. Bien es verdad, que siempre ha habido alguno más esquivo que otro, pero en todos perviven las cualidades de su padre. Y de éste ¿qué comentar? por fin nos reencontraremos.

         Nada más he de deciros, viví con paz y con la misma me despido, sé que viviré mientras podáis recordarme y para mí esto ya es suficiente, pero es el tiempo de descansar, ha llegado el momento en el que debo reunirme con tantos a los que he amado y estoy impaciente por partir, más allá del viento, más allá del mar.

           

                                                                       14 de Octubre de 2.010