Hay personas que pasaremos por la
vida como una maleta con ruedas, ligeras y sin dejar rastro, pero algunas de
ellas no se merecen tan triste viaje. Sin duda ese es el caso de Carmen, mi
amiga, y desde aquí quiero remitirle un cariñoso tributo a su memoria:
Carmen, Carmencita, la Carmelinda de
mis cuentos, te has marchado. Te enfrentaste a la Parca antes de tiempo y le
plantaste cara como solo tú sabías reírte de la adversidad:
-Me
voy porque yo quiero, no porque me lleves -me imagino ese semblante incrédulo
de la dama negra ante sus palabras-¡Qué error de la naturaleza!
Ese era su carácter, valiente,
fuerte, levantisco, repleto de libertad indómita y de generosidad.
Su corazón era tan limpio como el
mío blanco, su mirada tierna, intensa como mi cariño por ella, su sonrisa
atronadora como algunos de sus silencios y su genio, furia ciega contra la
injusticia.
Carmen, Carmencita, nos has dejado
el vacio de tu presencia, ese que sólo podremos llenar de tantos recuerdos a tu
lado; te acabas de marchar y ya me duele la memoria de tanto pensarte.
Mañana no habrá rocío sobre la fresca
hierba, las flores habrán gastado toda su savia en lágrimas de ausencia para
refrescar la suave brisa que ahora nos acuna con tus caricias.
Era tu sonrisa aroma fresco como el jazmín
de mi terraza y limpia como el azul de los cielos de agosto, tu tacto cálido
como el regazo de una madre y tu ausencia desgarradora como una galerna en
mitad de la océana noche.
Carmen, Carmencita, Carmelinda,
desde que nos faltas las luz se tiñe de sombras, los días menguan porque te
buscan sin encontrarte y las noches son eternas porque no conseguimos soñarte.
El tres de mayo te fuiste como una
heroína y así cada uno de nosotros te erigirá un monumento en su memoria, ese
territorio que siempre será tu hogar.
LuisCar, 3 de mayo de 2014