sábado, 7 de marzo de 2015

Amada Lucia


Hace tiempo que no escribía más de una pocas líneas y aprovechando un concurso de una cadena de hoteles junté estas pocas letras. Espero vuestras opiniones en los comentarios.


          Amada Lucía, aquí estoy, de nuevo en Budapest, en la misma habitación del hotel donde estuvimos juntos por última vez, la 414, claro, no podía ser otra. Desde que te marchaste he ido recorriendo nuestro mundo a través de la memoria, mis anotaciones, tus fotos, los souvenirs que compramos pero he querido que este sea el primer destino de mi periplo, el último  donde fuimos felices.
Recuerdo que hace unos días, mientras escribía el diario del viaje en esta misma mesa, tú, a mi espalda, en esa enorme piscina de látex, te quitabas el bikini muy despacio, nadando a favor de los ángulos del espejo para que te pudiera ver. Yo me hacía el distraído para que el espectáculo se prolongara lo más posible. Miraba de reojo para buscar en tus ojos ese brillo cómplice que iluminaba nuestras vidas. Me abrazaste entonces y me invitaste a zambullirme en aquel mar de espuma.
Por la mañana, como el último de nuestros ritos dejamos nuestra marca en la habitación del hotel. A ti no te hace falta que te lo recuerde, pero nunca la encontrarán. En eso consistía el juego, en Praga fueron unos versos de Neruda escritos con zumo de limón en la carta del servicio de habitaciones; en Florencia una foto nuestra en el interior de la barra de un toallero; en Roma un micro relato pegado bajo la base de un cajón, y tantos otros lugares donde dejamos un poco de nosotros mismos. Pero esos tiempos ahora no son más que recuerdos que se agitan en mi cabeza, como las nubes que se hacen girones en medio de una tormenta. El pasado no es sino pasado y no ha de volver, tú no volverás y yo sólo sueño despierto todas las noches en reunirme contigo.
He llegado a un acuerdo con el hotel para que mañana cuando abandone la habitación incineren el colchón y la ropa de cama; quizás sea un acto fútil, pero no quiero que nadie mancille el lugar, ni nada de aquello que estuvo en contacto con la piel más suave y con el aroma más dulce que nunca nadie pudo tener.

No dejo de pensar en ese deportivo amarillo, porqué hizo lo que hizo, ¿por qué? ¿Cómo no lo vi? pero cuando quise darme cuenta ya era tarde, el revuelo de la gente, los gritos, el tumulto y tu silencio. Mi amada Lucía, quién nos iba a decir que nos separaríamos para siempre en un aeropuerto, en uno de esos lugares que tanto nos han unido y que han sido el punto de partida de los mejores días que hemos podido compartir.
Ya no me queda más que regresar, volver al sosiego de nuestra casa y a la paz del trabajo. Por el día estaré lo más cerca de ti que pueda y por la noche me acurrucaré junto a tu lápida sólo para esperar tu visita, mientras repaso nuestros álbumes de fotos y paso las páginas de nuestros cuadernos de viajes.
Nunca te gustó mi oficio de sepulturero, pero como siempre te dije era mi vocación y ahora mira, de alguna manera, la fortuna nos ha favorecido. ¿Cuántas personas conoces que en nuestra situación puedan estar prácticamente todo el día juntas? Acunar a las personas en su última morada me ha ayudado a sobrellevar tu ausencia y a esperar ese momento en que volvamos a estar juntos; pero mientras tanto, te hago una última promesa, mi amada Lucia, yo velaré tu sueño, nunca volverás a dormir sola.

Madrid, 28 de febrero 2014

martes, 27 de enero de 2015

LOS COLORES DEL MAR


La tempestad me ha alcanzado, una enorme galerna. No he sabido ver las señales, pero estaban en el ambiente. La bruma,  que a retazos envolvía el sol, la brisa, que tornaba en vendaval inmisericorde y frío, la luz del sol que ya no reflejaba el brillo de tu cabello, en forma de arco iris, y la mar, la mar, madre de todo...
El helado viento ha escarchado mi corazón y la espuma del oleaje ha arrasado todo aquello que imaginé. He sentido la tristeza del gris y con mis manos he arañado el amarillo al amanecer, he aspirado la gélida humedad desatada por la tormenta, pero todo lo he soportado con firmeza. He arrostrado todos los fantasmas que me han visitado, y a los que antes me abandonaron también; como aquel día en que cerré los ojos para ver ante mí un horizonte azul e infinito, como una enorme pared celeste, que tras un ventanal me daba tu calor.

http://estanochetecuento.com/colores-de-la-mar/

sábado, 17 de mayo de 2014

Carmen, Carmencita, la Carmelinda de mis historias.


            Hay personas que pasaremos por la vida como una maleta con ruedas, ligeras y sin dejar rastro, pero algunas de ellas no se merecen tan triste viaje. Sin duda ese es el caso de Carmen, mi amiga, y desde aquí quiero remitirle un cariñoso tributo a su memoria:

 


            Carmen, Carmencita, la Carmelinda de mis cuentos, te has marchado. Te enfrentaste a la Parca antes de tiempo y le plantaste cara como solo tú sabías reírte de la adversidad:

-Me voy porque yo quiero, no porque me lleves -me imagino ese semblante incrédulo de la dama negra ante sus palabras-¡Qué error de la naturaleza!

            Ese era su carácter, valiente, fuerte, levantisco, repleto de libertad indómita y de generosidad.

            Su corazón era tan limpio como el mío blanco, su mirada tierna, intensa como mi cariño por ella, su sonrisa atronadora como algunos de sus silencios y su genio, furia ciega contra la injusticia.

            Carmen, Carmencita, nos has dejado el vacio de tu presencia, ese que sólo podremos llenar de tantos recuerdos a tu lado; te acabas de marchar y ya me duele la memoria de tanto pensarte.

            Mañana no habrá rocío sobre la fresca hierba, las flores habrán gastado toda su savia en lágrimas de ausencia para refrescar la suave brisa que ahora nos acuna con tus caricias.

            Era tu sonrisa aroma fresco como el jazmín de mi terraza y limpia como el azul de los cielos de agosto, tu tacto cálido como el regazo de una madre y tu ausencia desgarradora como una galerna en mitad de la océana noche.

            Carmen, Carmencita, Carmelinda, desde que nos faltas las luz se tiñe de sombras, los días menguan porque te buscan sin encontrarte y las noches son eternas porque no conseguimos soñarte.

            El tres de mayo te fuiste como una heroína y así cada uno de nosotros te erigirá un monumento en su memoria, ese territorio que siempre será tu hogar.
LuisCar, 3 de mayo de 2014
 

viernes, 26 de julio de 2013

MAS ALLA DEL VIENTO, MAS ALLA DEL MAR

Corría el mes de octubre de 2010 y, por un azar del destino que algún día desvelaré, me encontré en un aula del Centro Cultural Paco Rabal con, al menos, otros 20 alumnos. Nunca antes había escrito nada que se pareciera a un relato o que pudiera interesar a alguien. Pero, allí estaba y, aunque sólo fuera para demostrarme a mí mismo que era capaz, escribí mi primera historia.
Ese mismo día encontré a personas que hoy considero amigos, de los que he llegado a aprender bastante, y no quiero olvidar a nuestra profesora, Felicitas, de la que guardo un recuerdo con mucho cariño y de la que aprendí que el esfuerzo y la constancia es el primer arma del escritor.
Y no me enrollo mas; por supuesto, espero condescendencia con unos titubeantes inicios.
 

MAS ALLA DEL VIENTO, MAS ALLA DEL MAR


         He esperado este momento durante mucho tiempo, sabía que finalmente tendría que ocurrir. Asomada desde lo alto, puedo ver como el silencio se muestra ante mí, dejando atrás el llanto, escuchando el silencio y después la nada. Miro la alcoba, nuestros cuadros, nuestros objetos comunes, ya no dicen nada…

         Ahora, al atardecer, sobre este acantilado frente al sol me presento ante vosotros. Poco puedo deciros de mi vida que no sepáis, si estáis aquí congregados es precisamente por ello. Cuanto más se sufren las fatalidades de la vida, menos fútil es ésta, se vive con más intensidad, con más fuerza. Parece, que una se agarra más a la vida si ésta no ha hecho más que poner obstáculos en su devenir. Quizás pude vivir mi tiempo con más intensidad, es cuestión de opiniones, pero fui feliz junto con los míos en una existencia con más calma y sosiego de los que he visto en mi rededor.

         Ya ha pasado ese tiempo en que todo lo que me rodea ha sido objeto de mi curiosidad. Los que me habéis conocido sabéis de mi gusto por la tranquilidad, la paz y el silencio, pero también sabréis del placer que en mí provocaba el bullicio de estar rodeada de los míos. No creo haberme comportado como una matriarca, aunque siempre he creído disfrutar del respeto de todos vosotros. Mi hamaca en el patio trasero, la luz del mediodía sobre los naranjos, el aroma del jazmín de la casa de los abuelos, el sonido del mar transportado por la brisa en las noches de verano, las erráticas trayectorias de los murciélagos bajo las farolas, los nidos de las golondrinas en primavera y tantos recuerdos que se van diluyendo con el tiempo.

         Ahora es el momento de recordar a los míos. Ellos están aquí, no me cabe la menor duda. Siempre han sido leales, nunca han faltado a su deber para conmigo y no creo que vayan a hacerlo ahora. Bien es verdad, que siempre ha habido alguno más esquivo que otro, pero en todos perviven las cualidades de su padre. Y de éste ¿qué comentar? por fin nos reencontraremos.

         Nada más he de deciros, viví con paz y con la misma me despido, sé que viviré mientras podáis recordarme y para mí esto ya es suficiente, pero es el tiempo de descansar, ha llegado el momento en el que debo reunirme con tantos a los que he amado y estoy impaciente por partir, más allá del viento, más allá del mar.

           

                                                                       14 de Octubre de 2.010

sábado, 25 de mayo de 2013

Angélica


     Comencé a escribir esta historia como un trabajo más de clase en el que tenía que idear una historia con algún tinte fantástico, pero, a la vez, quería darle un toque inesperado. Es esa sorpresa final lo que puede cambiar la realidad por la ficción; eso y que el final quede completamente abierto. Espero que os guste, pero que también sorprenda un poquito.
Angélica

  Estimada y lúcida dama de insondables respuestas: disculpa que interrumpa un momento de tu tan arduo trabajo, pero anoche vi una imagen que me ha conmocionado. Como bien sabes, soy bastante curioso y me gusta ver qué se cuece en Facebook; por eso todas las noches entro en mi página antes de acostarme. Te adelanto: no he dormido nada. Tampoco he podido levantarme en mitad de la madrugada como habría necesitado, tenía miedo de despertar a mi mujer y que me encontrara en el estado de inquietud que aún me embarga. La causa de mi desasosiego es algo que no consigo explicar, así que paso a relatarte los hechos.

 

  Si bien somos buenos amigos, nunca hemos podido intimar lo suficiente para hacernos confidencias de nuestras vidas pretéritas, quizás nunca se dé el caso, pero ahora he de preguntarte algo que considero muy importarte. Ayer entré en el enlace de tu última entrevista (por cierto el fotógrafo se esmeró más que otras veces) pero después de verte y seguir tu mirada hacía el entrevistado, me quedé a mitad de camino porque, desde el otro lado del cristal de la cafetería, vi la figura de un fantasma observándote. Su actitud desinhibida y de descaro, que no iba mucho con ella, me hace suponer que podía ser conocida tuya o de alguien de tu equipo, y por ello necesito saber si pudieras darme razón de ella.
 

 
   Incluso te diría más, su imagen es exactamente igual a la de una fotografía, la única que conservo de ella después de que una furia incontenible tras su pérdida me hiciera destruir todo aquello que conservara su imagen, su aroma o su presencia.


 
  Dado mi estado de ánimo, necesito comentarte que esa mujer fue mi primera pareja. La primera mujer que me miró como un hombre, la que me hizo sentir qué era vivir, la que me dio a conocer un antes y un después de su calor, la que me brindó esa entrega total de la persona y del alma. Por ella  recorrí medio mundo, o quizás todo él detrás de su sombra, de su verde mirada como ventanales a la campiña inglesa. Fue ella misma, la que una vez conseguí reencontrar en la parte más alejada del planeta para verla morir en mis brazos, donde exhaló el último suspiro y la luz de sus ojos se apagó para siempre. Ella me lo dio todo y todo me lo quitó el destino.
  Por favor, es perentorio para mí que me ofrezcas alguna explicación. No hay lugar a dudas, es la mujer que te mira tras el ventanal del Café Comercial en la última entrevista que has subido a Facebook.
***
  No he tenido tiempo aún de comprobar tus palabras, ahora te contesto a través del móvil, pero no te preocupes, seguro que es un error y tiene alguna explicación racional. En cuanto llegue a la oficina lo veo y te respondo.
***
  Estimado Miguel, no puedo comprenderlo, por más que miro y remiro las fotografías de la entrevista, no logro encontrar la imagen que me indicas. Bien es verdad que la realicé hace unos días en el Café Comercial, en una de las mesas que están junto a las cristaleras de la calle, pero en ninguna de ellas, en ninguna, aparece mujer alguna mirando hacia el interior. De hecho, he intentado hablar con el fotógrafo, que no es el habitual, sino un suplente que contratamos, pues Rafael lleva unos días sin aparecer por la redacción y tampoco he podido contactar con él. Lo seguiré intentando y en cuanto lo consiga y me mande la relación completa de las imágenes de la entrevista,  me pongo en contacto contigo. No creo que tarde mucho, Gabriel es una persona muy concienzuda y responsable, seguro que nos podrá ayudar a solucionar el misterio.
***
  Estimada dama de esperada luz, no creo que haya nada que me pueda desviar de la desazón que me invade. Era Angélica, sin duda. Angélica, estoy seguro. Te tengo que dejar ahora, está sonando el móvil. ¡No puede ser!  ¡me está llamando! ¡es ella!
 

sábado, 11 de mayo de 2013




Una tarde en el Retiro




El pasado fin de semana, como tantos otros, salí a dar un paseo por el Parque del Retiro. Fue una magnifica tarde de primavera en la que el sol del atardecer clareaba sobre las piedras de las fuentes. La hierba de los prados estaba salteada por jóvenes que refrescaban sus espaldas al aroma de los tilos y las acacias.

Colocados por entre los setos, los florecidos árboles del amor bordaban de rosa los diferentes tonos verdes salpicaban el paisaje y la algarabía de los artistas callejeros completaban la banda sonora del paisaje.

Junto al templete de música, donde, en primavera, la orquesta municipal ameniza los domingos por la mañana, se encuentra la Casa de Vacas, pequeña sala de exposiciones en la se puede disfrutar de las muestras más sorprendentes.

La sorpresa del día fue Paula Varona. ¿Quién? Paula Varona es la artista que ha creado las obras de arte que se exponen en esta sala. La Exposición se llama Madrípolis y estará abierta hasta final de mes.

Cuadros al oleo con motivos madrileños: Gran Vía de día, de noche y bajo el manto de la nieve, la Cibeles, la calle Alcalá, los tejados del centro, el  Retiro. La profundidad del color y la claridad de la  luz  no son otra cosa que la prolongación de la mirada azul, tan limpia como profunda, que sonríe mientras firma las láminas que se venden por precios irrisorios. Si no podéis acercaros, siempre quedará internet:  www.paulavarona.es, y para muestra creo que esta imagen sirve de ejemplo.

            Para finalizar, quiero agradecer a Paula su agradable trato, su amabilidad y todas las sensaciones que pude disfrutar con la contemplación de su obra, además de su autorización para utilizar su nombre en esta reseña.
 
 
LuisCar, 10 de mayo 2013

 

 

lunes, 22 de abril de 2013



Las lecturas de LuisCar 3

            Me han pedido que haga para clase unas reseñas de los cinco libros que más me hayan influido. En un primer momento, cinco libros me parecieron muchos. Nada más escuchar el enunciado del trabajo puse mi cerebro a trabajar. Cinco, lo pensé mejor, tampoco son tantos. El primero que me vino a la mente fue el clásico de clásicos.
D. Quijote de la Mancha, después otro que debería considerarse  como tal: El Corazón de Piedra Verde de Salvador de Madariaga. A continuación pensé, aún en clase, que debería darme una vuelta por las estanterías de casa; con la edad uno pierde memoria y no deseaba dejarme influir por las últimas lecturas.
            Cuando hube realizado ese periplo, corto pero intenso, recordé la media docena de ediciones que colecciono de otros dos clásicos más: Cumbres Borrascosas de Emily Brontë y Orgullo y Prejuicio de Jane Austen. El cupo estaba prácticamente cubierto y aún se agolpaban en mi mente libros y autores que han jalonado mis días desde la escuela, con mi número 13 del carnet en la biblioteca del barrio, hasta hoy.
            A lo largo de mis días he cometido infinidad de errores, en eso no creo diferenciarme de la inmensa mayoría de los mortales, aunque puede que en el arrepentimiento espontáneo que sufro, sí la haya. Cuando a los 16 años tuve que optar entre ciencias y letras ni siquiera llegue a plantearme que hubiera alguna posibilidad que no fuera las primeras. Así elegí Matemáticas Especiales, Química y Física en vez de Griego, Latín y Literatura. Este hecho singular, no fue más que el inicio de toda una serie de errores por los que voy a necesitar más de una vida para enmendarlos —no descarto vivir dos o tres si fuera necesario. El caso es que tuve que dejar de leer literatura para sumergirme en libros de texto y ensayos, libros que en nada me satisfacían.
            Inicié así en mi vida un periodo gris lejos de mi vocación de lectura. Pero como no hay periodos de oscuridad eternos, y tarde o temprano la luz termina por regresar, la retomé con nuevo empeño para devorar con hambre acumulada en años y sumergirme en todo tipo de aventuras a lo largo de este mundo y de tantos otros creados por la imaginación  de los autores. He sido naufrago junto con Arthur Gordon Pym, también he sido pirata en el mar Caribe cantando loas a una botella de ron, he buscado un diablo en el interior de una botella, he viajado a Arcadia para conocer a la familia Buendía, he recorrido la tierra de los hurones junto a Ojo de Halcón, marche a Londres para atravesar el andén 9 y ¾ en busca de un mágico mundo, jugué simulaciones de ataques alienígenas en naves espaciales con el joven Ender que resultaron ser reales batallas intergalácticas y atravesé el mar profundo en el Nautilus. También leí a Pereda, a Juan Valera, Fernán Caballero, Quevedo, Cervantes, Pérez Galdós, me emocioné con el Principito, hasta hace poco mi único libro releído. Eso sí, entre veinte y treinta ocasiones tuve la oportunidad de finalizarlo. He recorrido multitud de páginas juveniles con Cornelia Funke, Laura Gallego, Phillip Pullman e incluso finalicé el interminable viaje de Michael Ende. Se me saltaron las lágrimas con Carta Blanca de Lorenzo Silva, me indigne con Plenilunio de Antonio Muñoz Molina, me asombré con la Sombra del Viento, disfruté con el Olvidado Rey Gudú, mi corazón se volvió blanco con Julián Marías, comprendí el vacío de Carmen Laforet y sentí todas las emociones posibles con tantos y tantos libros que se encuentran en la lista de aquellos me hubieran gustado imaginar y que me hubieran gustado escribir.
            Después de tanto recorrido, creo que es mi obligación explicar porque un libro menor, como es En el lejano País de los Estanques, es para mí el quinto libro y último de esta caprichosa lista. Es muy fácil. Este libro significó en su momento una puerta abierta a través de la cual recibí un conocimiento que hasta entonces era completamente ignoto para mí. Los guardias civiles Bevilacqua y Chamorro y sin duda su autor, mi nunca bastante admirado Lorenzo Silva.
            De D. Quijote de la Mancha nada puedo decir salvo que decidí leerlo por casualidad y quizás también por un poco de esnobismo ¿cómo era posible que no lo hubiera leído? y la verdad, me marcó. Hay un antes y un después. Si tenía prejuicios antes de comenzar un libro, ahora lo hago con la mente abierta, deseando que me enganche y me divierta. Así lo hice con el Hidalgo Alonso Quijano y acerté.
 
            El Corazón de Piedra Verde fue un regalo de alguien de mi familia que insufló un nuevo punto de vista en un joven corto de miras y que algo tiene que ver con una novela a medias que guardo en un cajón de mi escritorio. Comienza en la España de Isabel y Fernando en los días en que Colón ha regresado para dar conocimiento del Nuevo Mundo y en los que los judíos han de abandonar Sefarad o convertirse al catolicismo. Dos personajes de familias opuestas enfrentados, ya las dos Españas, y una crónica completa sobre la conquista de Méjico con continuos choques de estos dos personajes cuyo odio será eterno e irreconciliable. Enorme maestría a la hora de escribir. Imprescindible a quien le interese saber de esa atávica lucha intestina e irreconciliable entre españoles que llega hasta nuestros días.
            Cumbres Borrascosas fue también otro regalo, parece ser que esta costumbre que llega hasta el día de hoy condiciona mis gustos y de alguna manera también mi vida. Recuerdo que el personaje de Heatcliff me pareció en su momento la persona más tortuosa y autodestructiva del mundo. Tanto amor era capaz de albergar por Catalina, que el hecho de ser rechazado le convirtió en un funambulista de la línea amor-odio-amor, que le obligaba a sufrir y hacer sufrir a todo el mundo para expiar su pecado de no haber sido suficientemente convincente, bueno, rico, o poderoso para que su amada no le despechara por el joven Linton. La historia publicada en 1814 creo que aún no ha sido rebasada y desde luego es ahora tan actual como hace dos siglos.
            Orgullo y Prejuicio, de Jane Austen, me parece una deliciosa comedia costumbrista de amoríos locales, en los que la pequeña clase media sufre para colocar a sus hijas alejadas de un sistema de herencia próximo al mayorazgo español. Ingenuos e inteligentes diálogos enmarcados en paisajes idílicos cierran esta comedia de amor con final feliz, en la que el papel de la mujer por inteligente que sea queda reducido a la búsqueda de un marido  con fortuna y las cosas no siempre son como parecen.
            En el lejano País de los Estanques es un descubrimiento nacido del boca a boca, como muchos años después lo ha sido Domingo Villar con su primera novela Ojos de Agua. Si el agente Vila me cautivó es porque de alguna forma, le considero un alma gemela: tiene gusto por los soldados de plomo, piensa las cosas dos veces antes de decirlas, admira y respeta a Chamorro aunque sea muy joven, y es muy concienzudo. Si está convencido de una cosa no se obceca, deja que sean los hechos y las pruebas las que le saquen de su error y no le gusta precipitarse en sus opiniones. En definitiva un tipo que me gusta. Y como por mucho que uno lo intente evitar, siempre hay algo del autor en sus personajes, esta admiración la hago extensiva a D. Lorenzo Silva, aunque se haya presentado a un premio de cuyo resultado se comenta de todo en los mentideros del ramo.
            He dejado para el final un comentario. Arnaldur Indridasson: Las Marismas, La Mujer de Verde (editada inicialmente como Silencio Sepulcral), La Voz, El Hombre del Lago, Invierno Ártico... Llegaron hace poco a mis manos y por ello su influencia ha sido menor que la de los libros señalados, pero un consejo kamikaze a lo Oscar Wilde: No dejen de leerlas.
 
 
 
            Una última anotación, sigan a la joven promesa Esther Peñas. Hay dos razones fundamentales: es joven y promete.
 
LuisCar, 22 abril 2013