sábado, 10 de noviembre de 2012

La Promesa 2ª Parte

Esta es la segunda parte del relato policiaco que Felicitas nos pidió. Ya sabéis, necesitaba un asesinato con cadaver sin manos ni dientes. Sólo podía ser identificado a través del ADN. Por cierto, Cuenton ha subido ya la segunda parte de su relato.


LA PROMESA

ENTREGA II

—Domingo, Lorenzo, vamos a ver si hacemos una buena faena y nos libramos de las banderillas, porque si no, os voy a poner la estocada en todo lo alto. Estamos hablando de un cadáver mutilado en mitad de una de las zonas bien de la ciudad. ¿Sabéis cuantos famosos y políticos viven en esa zona? ¡Quiero resultados ya! Y cuando digo ya, es para ayer, nada de mañana, ¿me entendéis? Mirad, ¿sabéis lo que es esto? Antes de venir me he pasado por la ferretería y he comprado una llave del siete ¿Queréis saber para qué? Mejor que no, espero no tener que usarla, pero no dudéis que lo haré. ¡Entendido! ¡Venga en marcha!

—Pues sí que viene de buen humor hoy, jefe,  ¿quiere saber algún detalle?

—Domingo no me fastidies ¿me ves con cara de querer saber detalles? Mírame bien, ¿crees que me interesan? Cuando tenga que hacer la rueda de prensa para decir que he cogido al asesino, ya te los pediré; mientras tanto a la faena, no perdáis más tiempo. ¿O preferís que en la rueda de prensa diga que todos sois unos inútiles y que no habéis sido capaces de encontrar al asesino?

            No se saldría con la suya. Le había admitido, le había querido como a un hijo, le había enseñado todo lo que sabía y ahora le pagaba con esa moneda. La primera vez que le vio acaba de graduarse. Era tan joven, tan bien parecido, tenía esas manos tan perfectas, esos dedos de pianista, esa dentadura tan blanca, esa mirada tan cristalina. Entró en sus vidas como un huracán, les arrastró a todos con el vértigo de su personalidad.

            Después de la bronca, ambos se dirigieron al despacho de Domingo y se sentaron delante de la pizarra con la mirada un tanto perdida en la cristalera del último piso de la comisaría de la calle de las Huertas.

—De verdad Domingo, no lo puedo creer, ¿cómo es posible que este hombre dé el pego de esta manera? ¿De verdad nadie ha calado a este hombre? ¿Cómo puede tener esas estadísticas de resolución de casos?, no me lo explico

—Mi querido amigo Lorenzo, tranquilo, el aplomo se gana con la edad y me parece que a ti todavía te falta mucho por crecer –aquella escena le parecía de sainete mal representado, sentía necesidad de mirar a su alrededor en busca de la cámara oculta. Pero eso no era lo peor, ¿qué decir de la insufrible prepotencia con que actuaba?   

            Mientras Domingo le pedía por enésima vez a Lorenzo que bajara la música, entró una llamada en su móvil:

-Dime, Adriana, ¿novedades?

-Novedades Domingo, personas desaparecidas cero, fotografía en el barrio cero; ADN 0, Ipod 1.

- Qué, ¿acabas de leer el Marca?; te recuerdo la bronca en el despacho del jefe hace un rato, así que al turrón. A ver, ¿puedes ser más explícita?

-Lo dicho jefe, de momento no hay nada en personas desaparecidas, ninguna denuncia que cuadre con nuestro amigo. Las patrullas están enseñando la foto por el barrio pero de momento no tenemos ningún avance por ese camino. El ADN se está comparando con las bases de datos que tenemos disponibles, pero mucho me temo que como no tenga antecedentes por algún delito de guante blanco va a ser que no y por último el Ipod. El camino que he seguido es el siguiente. Me he puesto en contacto con la marca por si hubiera registrado el producto. Les he dado el número de aparato y estoy esperando respuesta, ya les he dicho lo urgente que es. Si lo hubiera comprado en la red hubiera sido más fácil pues estaría grabado el nombre en el reverso pero no ha habido suerte. Siguiente punto, tenemos un nickname, un apodo en Internet, así es como se llama el aparato cuando se conecta al ordenador. Estoy rastreando el nombre, se llama “fredmer” pero de momento puede ser cualquier cosa. Por último, la música, un Ipod de  8 Gigas con sólo una decena de canciones. Todas de Queen y menos una que es la más famosa, todas desconocidas.

-¿Eso quiere decir algo?

-En principio estoy en ello; en un soporte con capacidad para mil canciones que tenga sólo diez y raras, seguro que quiere decir algo. Quién haya grabado esto, tiene que ser un gran admirador o profesional del tema, pero yo me inclino por lo primero más que por lo segundo.

-Grábame una copia y pásamela al móvil. Anótalo todo en la pizarra, cuando regresemos de pijolandia le daremos una vuelta para ver a donde nos conduce todo esto.

            Cuando hubo colgado le dio el teléfono a Lorenzo para que lo conectara al aparato de radio del coche. Una vez hubo llegado el archivo, pulsó el play y entonces comenzó a sonar una guitarra eléctrica y una voz que arrastraba las palabras:

Synchronize your minds and see               (Sincroniza tu mente y ve
The beast within him rise                          cómo la bestia nace en su interior
Don't look back don't look back                ¡No mires atrás, no mires atras!
It's a rip off                                                Es una trampa –y verás cómo-
Flick of the wrist and you're dead baby    con un golpe de muñeca te mataré)


            Se lo había presentado Marta, se conocieron en la cafetería de la facultad, cervezas y partidas de mus, después biblioteca, cine experimental, recitales de cantautores y escapadas a la montaña. El descubrió un mundo nuevo, el mundo de la familia, del afecto. Las relaciones puras y desinteresadas, el cariño per sé, como él nunca lo había conocido entre los suyos. Le había hecho partícipe de su familia, sus hermanos, su casa, sus amigos, su vida. Se convirtió en el centro de sus reuniones, el animador de las fiestas, el arrogante y arrollador desconocido que nunca podía faltar.

            Adriana llamó a Domingo. Había seguido la pista de la música, todas las canciones eran de los primeros años setenta, incluida Bohemian Rapsody que era la única conocida; por lo demás todo un clásico. Además el que en las letras y en los títulos se tratara de asesinatos, de vida y muerte: Keep yourself alive, Doing all right, When the night comes down, Liar, Nevermore, Flick of the wrist, In the lap of the Gods, The loser in the end, Procession y Bohemian Rapshody, no podía ser ninguna coincidencia.

Había llamado a la Cadena Ser y le habían pasado con un locutor de los cuarenta principales. Éste le explicó que casi todas las canciones eran de las que no se llegaron a emitir ni en su tiempo, por tanto, lo normal era que quien las grabó fuera un gran conocedor del grupo y que además, por su fecha de publicación debía tener alrededor de la cincuentena. También le comentó que había muchos foros en internet en los que se podía hablar de ello e iniciar la búsqueda del nickname.

-A ver si damos en el clavo, porque por aquí aún no hemos avanzado nada.

            Domingo pateaba la acera de la derecha mientras Lorenzo lo hacía en la de los impares. Habían iniciado las pesquisas por Ortega y Gasset entrando desde Francisco Silvela. Después de un par de horas de búsqueda infructuosa se volvieron a reunir en la Plaza del Marqués de Salamanca.

-Sigamos hasta Velázquez y te invito a desayunar en el VIPS.

-Eso está hecho allí te espero, le dijo Lorenzo.

-Tomaré un café con leche y una tostada; para él café con leche en vaso, con la leche templada y dos porras poco hechas. ¿He acertado?

-Déjalo Domingo siempre juegas con ventaja. Por cierto, señorita Gálvez, titubeó mientras miraba la placa del uniforme ¿ha visto a este hombre alguna vez? –le mostró una foto junto con su identificación.

La mujer tomó la foto en sus manos antes de mudar su moreno color por un blanco cerúleo.

-¿Por qué le buscan? ¿le ha pasado algo?

-¿Le conoce?, respondió Lorenzo de inmediato, con voz entrecortada fruto de la ansiedad.

-Claro que si mi niño, viene todos los días a desayunar, le gusta sentarse en esa mesa de ahí detrás, junto a la cristalera. –le respondió la mujer que aún no había recuperado su color.



-¿Nos puede decir su nombre? ¿Sabe donde vive, su trabajo?
continuará...

lunes, 5 de noviembre de 2012

El Arcángel de Piedra

Martina se encontró sentada en el frío suelo del cuarto de baño. Sudorosa, desnuda y aterida, sollozaba sujetándose las piernas entre los brazos. Cubierta solo por una blanca sábana, no recordaba qué había ocurrido y porqué estaba allí.
            La lluvia golpeaba los cristales con fuerza, su sonido reverberaba en el cuarto mientras las gotas de agua resbalaban por entre las baldosas grises que  cubrían sus paredes. Al otro lado de la ventana, el cortejo caminaba despacio por el sendero que cruzaba la esmeralda ladera, entre el palacio y el horizonte marino.

            Cerró los ojos para poder ver y la noche se cernió sobre ellos, los abrió de nuevo y descubrió sobre la cortina de agua el reflejo de un Arcángel de piedra que blandía una espada de fuego al viento. Le llamó con la mano en un ademán lánguido primero, después febril y por ultimo enérgico. Era él, había velado sus sueños y también sus pesadillas y, ahora, le observaba suspendido sobre el arco de piedra.
            Frente al espejo miró su imagen, su pálida piel, blanca como una mortaja, trascendía sobre el haz de luz que se filtraba bajo los densos nubarrones. A través de la tormenta, pudo ver el arco multicolor que se posaba sobre el mar. No le pareció una casualidad que éste enmarcara la fachada de piedra marmórea, sobre la cual sobresalía la ardiente espada del Arcángel. 
                        Sintió entonces una punzada de fuego en el estómago y tuvo la imperiosa necesidad de saltar por la ventana. Se levantó y se sintió ligera como la brisa de las marismas y fría como el viento que arrasa las cumbres nevadas. Se irguió sobre el alfeizar, y de pronto, se encontró flotando sobre un tobogán de luz que, en un instante, la depositó sobre un arco de piedra bajo la lluvia que arañaba los negros paraguas de la comitiva.
                        Escuchó el bramido de la cercana galerna y percibió el aroma a salitre. Mientras, tomaba consciencia de su situación. Le sorprendió un desaforado trueno y la descarga simultánea que la dejaron inmóvil con el brazo en alto, en un intento de alcanzar la luz o quizás, en un último acto de súplica al infinito. Fue cuando recordó lo qué había ocurrido y porqué un blanco sudario cubría su piel.
Ahora era consciente de lo que significaba aquel lugar y de que el Arcángel pétreo, que había abierto los goznes de sus sueños, era su destino para la eternidad.

LuisCar, 4 de octubre de 2012

jueves, 1 de noviembre de 2012

La noche de todos los Santos


Cuando se acercan están fechas, mediado el otoño y en especial en la noche del uno de noviembre, tenemos por costumbre recordar a quienes ya llegaron al final de su camino.

Puede que no haya pasado un día en todo el año en el que no hayamos tenido un momento de reflexión para pensar en su ausencia y en el vacío que han dejado en nosotros; pero en estos días además tenemos que demostrarlo; es la función social de la muerte.

-¿Cómo no vamos a limpiar su tumba?

-¡Sin flores parece que no nos acordamos de él!

Es  una paradoja que tantas almas libres terminen con sus restos, a la espera de la eternidad, en estrechos cubículos donde sólo han de esperar contadas visitas en fechas señaladas.

Una tumba no es sólo un punto de referencia donde poder expresar el dolor por la pérdida de nuestros seres queridos, es, además, un faro en la noche de nuestros sentimientos donde esperamos poder comunicarnos con ellos, o al menos, que reciban noticia del dolor que su marcha ha producido en nosotros.

Hay también otros espíritus libres que prefieren volver a la tierra convertidos en parte de los cuatro elementos clásicos: agua, fuego, aire y tierra. Éstos, que se encuentran flotando en el aire, nos cuidan, nos dirigen, tutelan nuestros actos y nos reprochan nuestras faltas. Debemos seguir esas pautas que nos indicaron cuando podíamos contar con su presencia, pues ahora que nos faltan, sabemos que la razón les asistía.

No me gusta juzgar a los demás, pero creo que quienes estuvieron aquí antes que nosotros, nos marcaron el camino a seguir, y a pesar de los múltiples recodos que tiene nuestra singladura hasta que podamos reunirnos con ellos, no debemos olvidar quienes somos, de dónde venimos, ni todo aquello que aprendimos a su lado.

Honra merece quien a los suyos se parece…

Y para terminar un video del musical We Will Rock You para recordar a los que ya se marcharon:

domingo, 21 de octubre de 2012

La Promesa, relato policiaco por entregas

He estado leyendo las entradas del Blog de mi amigo Vicente y me ha hecho recordar, cuando no, rememorar muchas cosas. Creo que ambos comenzamos a escribir a la vez, pues al igual que comenta Vicente, yo no había escrito nada de ficción hasta que el azar o el destino, me transportó hasta el aula número 8 en la primera planta del Centro Cultural Paco Rabal.
Es verdad que los primeros días fueron muy duros, estábamos perdidos, perdidos, lo que se dice perdidos y mucho, pero poco a poco, con la estopa que nos daba la "profe", aquella aula sobrepoblada como lo están hoy las aulas de los colegios y las facultades, pasó a estas habitada por unos cuantos elementos, que a modo de esponja, absorbían cualquier indicación y correción.
Fruto de esos primeros días, quinto a sexto trabajo de clase, es este relato que se titula "La Promesa" y como en casi todo los que escribo la música o el arte tienen una gran importancia en el desarrollo del relato. Y como ha hecho Vicente, y desde aquí reconozco el plagio, voy a ir subiendolo por entregas, pues aunque no es muy largo, reconozco que son muchas páginas para leerlas de una tacada en el ordenador.
Además, como la escritura tiene que ser algo vivo, reto a quién quiera participar en darme ideas o sugerencias para modificar el desarrollo y el final del relato. Ahí está el guante, espero que haya alguien que lo recoja...


La Promesa

ENTREGA  I
—Lorenzo, ¿dónde estás?, ¿porqué no coges el móvil?
—Domingo, estaba ocupando, por las noches suelo dormir.
— ¿Ocupado? Vamos hombre,  que no tengo edad para tonterías. Deja tu ocupación o lo que sea, tal como esté, y echando leches. Tenemos un fiambre y según me ha dicho el jefe, lo han pasado por la picadora.
—Dios, ¡Cómo está el hampa! ¿Es que no descansa nunca? ¿Ni siquiera puede uno relacionarse con sus semejantes un domingo por la noche?  ¿Dónde nos vemos?
—Plaza del Ecuador 7.
            Lorenzo y Domingo llegaron unos minutos antes que el juez de guardia. Un aviso anónimo había alertado al 112 de la existencia de un cuerpo en una acera frente a la Plaza del Ecuador, una zona con un pequeño jardín pegado a un aparcamiento de escasa iluminación y a unos metros de la confluencia de las calles Serrano y Príncipe de Vergara.
            Las tres de la madrugada, Domingo se agacho junto al cadáver e indicó a Lorenzo que se acercase.
—Mira Lorenzo, -dijo a la vez que levantaba la sábana de aluminio que tapaba el cadáver- ¿Quién crees que ha podido hacer esto? Da una vuelta por los alrededores a ver si encuentras algo, pregunta si hay algún garito abierto y si ves a alguien, le haces las preguntas de rigor.
            Del primer examen visual sólo pudieron determinar lo más evidente, varón, de raza blanca, uno setenta y cinco de estatura, mediana edad, por las facciones probablemente español. La causa de la muerte estaría relacionada con las dos heridas que se encontraban en la espalda, arma blanca indeterminada, las manos amputadas; el forense lo corroboraría después, pero parecían cortes limpios, sin desgarros, ropa cara, traje, corbata de seda, habría que ver las etiquetas, ojos cerrados y boca ensangrentada. No tenía documentación, los bolsillos vacíos, no llevaba ni calderilla, sólo se encontró en el bolsillo interior de la americana un Ipod de los que se sujetan por una pinza.
            Ambos agentes tenían claro que aquel no había sido el lugar donde se había producido el crimen, ni las amputaciones. No había sangre, ni los restos del cadáver pendientes de localizar.
            Una vez que llegó el juez ordenó el levantamiento del cadáver, Domingo llamó a Lorenzo que estaba realizando la infructuosa ronda.
—Vayámonos a comisaría. Avisa a Adriana, la quiero a primera hora en la oficina y con la pizarra preparada. Tenemos muchas preguntas, de momento ninguna respuesta y por el estado del fiambre, mañana a primera hora saldrá la información en todos los telediarios y menos mal que es de madrugada, si no hasta en los diarios gratuitos.
—Domingo, ¿a ti que te parece?, no estamos acostumbrados a encontrarnos cadáveres por entregas y en principio, como opinión y a falta de los indicios que nos dé el forense, no sé muy bien por donde podemos empezar.
            El reloj de comisaría marcaba las ocho de la mañana cuando Lorenzo entraba en el despacho de Domingo. Nadie sabía nada de su vida privada, de su familia, si es que la tenía. Sólo que no soportaba la música que Lorenzo le obligaba a escuchar a todo trapo en su coche. Tenía alrededor de cincuenta años, así al menos los calculaba Adriana, que utilizando complicados cálculos sobre la cantidad de pelo restante y su relación inversa respecto de las canas y las entradas, junto con el desarrollo evolutivo de las tallas de su cintura, había llegado a esta conclusión. Observadora como ninguna, no se le escapaba detalle alguno de aquellos que la mayoría de los hombres jamás serían capaces de intuir ni siquiera su existencia. Joven e introvertida, todo su caudal creativo lo dirigía hacia la red, donde con tiempo y paciencia, era capaz de localizar cualquier información susceptible de ser encontrada. Adriana, sólo tenía ojos para Lorenzo, atlético, extrovertido y locuaz, le gustaba jugar con el lenguaje, pero sobre todo cuando para exasperar a Domingo, rebuscaba extraños sinónimos en vez de utilizar el lenguaje cotidiano, y eso a ella le fascinaba. Pero a Lorenzo poco le importaba; él no se fijaría en nadie cuya ropa interior no tuviera un alto contenido en encaje de color rojo y negro, compraba el As para ver la foto de la contraportada, y ella a pesar de apetecerle a veces, no estaba dispuesta a entrar en una dinámica como aquella, aunque si se ponía a tiro ¿a quién le podía amargar un dulce? Pero a pesar de todo, Adriana estaba de acuerdo con Domingo, Lorenzo podía presumir de su ingenio, su intuición y su capacidad de trabajo.
Cuando llegó  Domingo, el resto de equipo estaba tomando café delante de la pizarra.
—Buenos días, chicos ¿qué tenemos?
—Verás Domingo, preguntas, preguntas y más preguntas. ¿Quién? ¿Cómo? ¿Dónde? y ¿porqué?
—En primer lugar hay que identificar el cadáver. Una vez que conozcamos el entorno será más fácil.
— ¿Adriana? –señaló Domingo para que iniciara su exposición.
—Si Domingo –se levantó hasta acercarse a la pizarra donde hizo las anotaciones a la vez que hablaba- Acabamos de recibir el informe del forense; lo que intuíamos, La causa de la muerte fueron las dos heridas de la espalda, el cadáver tenía amputados las manos y los dientes. Por la forma de la herida quizás un cuchillo de cocina y el corte de las manos es bastante limpio, post morten de solo dos tajos, por la forma parece un machete. Las encías destrozadas, le arrancaron los dientes uno a uno, pongamos que unos alicates o unas tenazas, vamos la boca hecha un Cristo; así que para identificarle sólo tenemos de momento el ADN. Hora aproximada de la muerte las doce de la noche.
  ¿A qué hora fue la llamada al 112?
—A las dos y veinte.
—Eso quiere decir entre cometer el crimen, pasarle por el aserradero, hacerle la ortodoncia y darle el paseo no pudo pasar mucho tiempo, pongamos dos o tres horas; además, el instrumental parece que pueda servir el de cualquier casa.
— ¿Tú qué crees Lorenzo, a mi me da que no pueden haberlo matado muy lejos de donde lo encontramos? Quirófano, clínica dental, limpieza en seco y transporte en sólo dos o tres horas, parece poco tiempo y si no ha sido premeditado menos todavía.
—No tiene por qué ser del barrio, pero seguro que tiene alguna relación con él, su asesino le conocía, le cerró los ojos, así que es probable que sino él, seguramente su matarife sí lo sea; pero todas maneras vayamos paso a paso, cuando terminemos, pásale la foto a un par de patrullas y que peinen la zona. ¿Qué más tenemos Adriana?
—Tenemos la ropa y el Ipod. Las etiquetas son de lo más exclusivo, nuestro finado debía beber en las fuentes de la opulencia, indumentaria de primera calidad de tiendas exclusivas de la calle Serrano y Ortega y Gasset.
—Lorenzo, nosotros nos vamos a la zona noble a ver si alguna dependienta nos da alguna pista. Y tú Adriana, a ver qué puedes sacar del cacharro ese.
-Perdona Domingo, ¿has escuchado la música del “cacharro ese”? Es curioso, pero no pega mucho con lo que aparenta nuestro cadáver. Acabo de entrar en el menú y sólo hay música de un conjunto, que aunque siendo un clásico no va con la edad de nuestro cadáver. Esas canciones son de los primeros setenta, se debieron componer cuando sus padres eran aún novios. Otra cosa, como todos los aparatos tiene número de serie y puede estar registrado para recibir las actualizaciones. Tengo que comprobarlo
-Tira por ahí, pero si ves que no llegas a ningún sitio te paras, nuestros recursos son limitados y tenemos que optimizarlos al máximo, de todas maneras haznos una copia para que podamos escucharlas en el coche, también tengo curiosidad por escucharlas, y no te olvides de cotejar el ADN y contactar con personas desaparecidas por si alguien hubiera puesto alguna denuncia.
—No te reconozco Domingo, te pareces al jefe.
—No nombres a la bestia, que ya sabes lo que ocurre cuando se la convoca. Ves, te lo dije -ambos levantaron la cabeza para ver como el comisario entraba por la puerta de la comisaría-, todos formales que acaba de llegar y con la cara que trae seguro viene a por nosotros antes de pasarse por su despacho.
-Silva, Villar a mi despacho.           
                                                                                           continurá... 


miércoles, 17 de octubre de 2012

De viaje en Londres

Ayer, en clase, reconocí haber leido los libros de Harry Potter, pero no pude explicar la fascinación que comencé a sentir hace años, y que aún mantengo por ese niño que en un mundo de magos y muggles (no magos) en el que la lucha del bien contra el mal está siempre presente, es capaz de sobreponerse a todos los contratiempos para que el bien absoluto triunfe sobre la maldad.


Por  estas razones, una vez en Londres, no pude dejar de acercarme a la estación de tren de King Cross para intentar atravesar el andén 9 y 3/4 y entrar en ese mundo mágico para unirme a las huestes de Harry y aqui una muestra de ello. Muchos son los llamados y pocos los elegidos.

viernes, 28 de septiembre de 2012

San Jeronimo el Real

La fachada, al calor de la ampliación del Museo del Prado, absorve la luz de agosto y muestra claramente sus formas y colores. Iglesia integrante del Real Monasterio de San Jerónimo, último vestigio de la floreciente institución fundada por los Reyes Católicos, se encuentra rodeada por el Casón del Buen Retiro, el Museo del Prado, La Real Academia de la Lengua,el edificio del antiguo Museo del Ejército y el Real Jardín Botánico. ¿Quién no quisiera este escenario para una novela de misterio? Ah, y a sólo unos pasos los hoteles más emblemáticos de Madrid, El Ritz y el Palace. Edificio tan especial como su emplazamiento. No dejeis de recorrer estas calles, ni recogeros unos instantes en la paz interior de este templo.

lunes, 20 de agosto de 2012

Madrid, una noche de agosto




En verano las noches en Madrid suelen ser especialmente calurosas. Este hecho, unido con la gran afluencia de visitantes, hace que nuestra ciudad se presente realmente abarrotada, tal como se ve en las fotografías. Además, creo que es una buena idea el caminar por la ciudad tal como lo hacen los visitantes, por lo que la otra noche hice un recorrido de los que aconsejan en las guías de Madrid editadas en otros idiomas. Normalmente el punto de partida no puede ser otro sino el kilómetro cero, La Puerta del Sol. Desde aquí salen varios itinerarios, la calle Arenal en dirección a la Plaza de la Opera y el Palacio Real, la calle Mayor que te lleva en pos de la Plaza del mismo nombre, las Calles de Preciados, Carmen y Montera en dirección a la Plaza de Callao y la Gran Vía, la calle de Alcalá que nos dirige al sueño blanco de la diosa Cibeles y el Paseo del Prado, y por último, la Carrera de San Jerónimo, cuyo asfalto te traslada hasta las Cortes y al sueño colchonero de la Fuente del dios Neptuno.
En esta ocasión me decanté por la Calle Carretas. A los pocos metros de iniciada la marcha, a mano izquierda, nos entramos con la calle Cádiz, callejón hoy tomado por bares y restaurantes especialmente dirigidos a extranjeros con especialidades típicas como la paella y los mejillones. A mitad de la misma, a la derecha sale un callejón del mismo tamaño aproximadamente, la calle de Barcelona, calle que no hace honor a la gran ciudad mediterránea, como tampoco lo hace la de la tacita de plata, pero no hay que olvidar que cuando se nombraron estas calles, su tamaño era menos menguado en relación a los días que corren y las ciudades más pequeñas que lo que son hoy día. Pero volviendo al recorrido no debemos perder la ocasión de entrar en el bar de la esquina, así lo hice por primera vez cuando era niño de la mano de mi padre, entrar por Cádiz y salir por Barcelona, el bar más grande del mundo rezaba la coletilla.
Si seguimos por Cádiz, a unos cuantos metros llegamos a la calle de Espoz y Mina, guerrillero de raza, azote de los franceses durante la Guerra de la Independencia. La mayoría de los negocios también se corresponden a lugares de ocio, ya sean bares de copas, restaurantes o tascas donde todo el mundo en bien recibido, pero por lo general son frecuentados mas por foráneos que por los locales. Una vez llegados a la intersección con la calle de la Cruz, si giramos otra vez a la izquierda nos encontramos con un callejón fundamental en la vida gastronómica de las tapas de Madrid. En el callejón del Gato, que así es conocido por los castizos, se sirvió por primera vez un plato de patatas fritas, precocidas antes, con una salsa espesa de tomate y algún ingrediente picante especial que en todo el mundo se conoce como Patatas Bravas. Y no olviden mirarse en los espejos de diferente forma que adornan su fachada.
Más adelante se pueden encontrar un par de locales más, La Taberna Pompeyana y la Fragua de Vulcano. En esta ocasión, seducidos por los aromas de la cocina y el hambre decidimos entrar en la Taberna Pompeyana. Desde la última vez que estuve el pasado invierno, han realizado alguna reforma, pero no ha perdido ni un ápice de su encanto entre lo naif-impresionista de los frescos pintados en sus paredes, y lo típico de la carta, que si bien ha sido recortada, mantiene lo sustancial, a saber calidad de productos y precios ajustados, sin olvidad amabilidad y disposición del personal del servicio que siempre peca más por exceso que por defecto. Después de la tortilla, el jamón o las croquetas, si seguimos por el callejón llegamos a la Plaza de Santa Ana con sus terrazas, a la Plaza del Ángel con el Café Central y a las calles Príncipe, Huertas y Prado en el corazón del Barrio de las Letras, pero ese recorrido lo dejamos para otra calurosa noche de agosto.