Soy matemático
y también escritor, es de lo que me quiero convencer, pero además de eso soy
muchas otras cosas: miniaturista, lector, navegante, viajero... pero sobre todo
lo que me define es que pertenezco al género masculino, a pesar de que mi ex
mujer lo ponga en duda y se burle de mis capacidades varoniles. No la culpo por
ello, después de todo encontré en un hombre el cariño y el deseo que la verdad,
en ella nunca pude hallar.
Fui incapaz de comprender su actitud cuando le dije
que le abandonaba para irme a casar con Sebas, su novio de la adolescencia que
ella mismo me presentó. Tampoco pude creer que se irritara de aquella manera el
día que le pedí el divorcio, pues estaba ansioso por formalizar ante la ley mi
relación con él. Puedo entender que le afectara bastante después de lo que le
costó convencerme, si no obligarme a pasar por el juzgado, primero con huelga
de vello crecido y más tarde de piernas cruzadas.
Sebas¸ carne de gimnasio, metrosexual al uso, ocupaba
todos los armarios de mi cuarto de baño con productos cosméticos de todo tipo:
rejuvenecedores de la piel, antiarrugas, cremas hidratantes, depilatorias,
antioxidantes, contra la celulitis, reforzadores del cuero cabelludo…, además
de una completa batería de artilugios tanto mecánicos como eléctricos. Tengo
que afirmar que todo este material se nota. Me llena de orgullo decir que mi
novio ahora se arregla más para mí que cuando mi ex y yo salíamos las primeras
veces; ahora presumo de acompañante, cuando antes sólo podía hacerlo de la
parte de ella que menos me importaba.
Recuerdo que la sopa se le escurrió entre sus labios
abiertos cuando le dije que tenía que irse a
casa de su madre porque su ex iba a ocupar su lado de mi cama. No se me
quita de la cabeza aquella expresión de sorpresa a medias, aquel brillo en su
rostro, la mirada que se cruzaron y la manera con que encajó el golpe.
Tardé días en comprender. Paseaba cogido de su mano
exhibiendo por el parque a mi chico y su musculatura para todo aquel que me
quisiera envidiar, cuando la encontré besándose con una mujer. Tenía las
facciones más varoniles que nunca he visto en una fémina y una barba sin
afeitar que teñía de gris sus mejillas. Sebas y mi ex cruzaron una mirada
cómplice y entonces fue cuando comprendí la insistencia de ir al parque ese
día. Fue una trampa, un complot, todo estaba preparado y yo caí como un
pardillo. Imperdonable.
Mi mujer me denunció y la juez sucumbió a la miel de
sus ojos. Ahora ellos disfrutan de un trío en mi cama a todo satén, mientras
yo, bajo este mísero puente, trato de responder a las preguntas que me hago
desde entonces: ¿qué me gusta más, la carne o el pescado? ¿Soy cordero o
trucha?, o ¿debería hacerme vegetariano para los restos?
Luiscar
Luiscar
No hay comentarios:
Publicar un comentario