jueves, 1 de noviembre de 2012

La noche de todos los Santos


Cuando se acercan están fechas, mediado el otoño y en especial en la noche del uno de noviembre, tenemos por costumbre recordar a quienes ya llegaron al final de su camino.

Puede que no haya pasado un día en todo el año en el que no hayamos tenido un momento de reflexión para pensar en su ausencia y en el vacío que han dejado en nosotros; pero en estos días además tenemos que demostrarlo; es la función social de la muerte.

-¿Cómo no vamos a limpiar su tumba?

-¡Sin flores parece que no nos acordamos de él!

Es  una paradoja que tantas almas libres terminen con sus restos, a la espera de la eternidad, en estrechos cubículos donde sólo han de esperar contadas visitas en fechas señaladas.

Una tumba no es sólo un punto de referencia donde poder expresar el dolor por la pérdida de nuestros seres queridos, es, además, un faro en la noche de nuestros sentimientos donde esperamos poder comunicarnos con ellos, o al menos, que reciban noticia del dolor que su marcha ha producido en nosotros.

Hay también otros espíritus libres que prefieren volver a la tierra convertidos en parte de los cuatro elementos clásicos: agua, fuego, aire y tierra. Éstos, que se encuentran flotando en el aire, nos cuidan, nos dirigen, tutelan nuestros actos y nos reprochan nuestras faltas. Debemos seguir esas pautas que nos indicaron cuando podíamos contar con su presencia, pues ahora que nos faltan, sabemos que la razón les asistía.

No me gusta juzgar a los demás, pero creo que quienes estuvieron aquí antes que nosotros, nos marcaron el camino a seguir, y a pesar de los múltiples recodos que tiene nuestra singladura hasta que podamos reunirnos con ellos, no debemos olvidar quienes somos, de dónde venimos, ni todo aquello que aprendimos a su lado.

Honra merece quien a los suyos se parece…

Y para terminar un video del musical We Will Rock You para recordar a los que ya se marcharon:

domingo, 21 de octubre de 2012

La Promesa, relato policiaco por entregas

He estado leyendo las entradas del Blog de mi amigo Vicente y me ha hecho recordar, cuando no, rememorar muchas cosas. Creo que ambos comenzamos a escribir a la vez, pues al igual que comenta Vicente, yo no había escrito nada de ficción hasta que el azar o el destino, me transportó hasta el aula número 8 en la primera planta del Centro Cultural Paco Rabal.
Es verdad que los primeros días fueron muy duros, estábamos perdidos, perdidos, lo que se dice perdidos y mucho, pero poco a poco, con la estopa que nos daba la "profe", aquella aula sobrepoblada como lo están hoy las aulas de los colegios y las facultades, pasó a estas habitada por unos cuantos elementos, que a modo de esponja, absorbían cualquier indicación y correción.
Fruto de esos primeros días, quinto a sexto trabajo de clase, es este relato que se titula "La Promesa" y como en casi todo los que escribo la música o el arte tienen una gran importancia en el desarrollo del relato. Y como ha hecho Vicente, y desde aquí reconozco el plagio, voy a ir subiendolo por entregas, pues aunque no es muy largo, reconozco que son muchas páginas para leerlas de una tacada en el ordenador.
Además, como la escritura tiene que ser algo vivo, reto a quién quiera participar en darme ideas o sugerencias para modificar el desarrollo y el final del relato. Ahí está el guante, espero que haya alguien que lo recoja...


La Promesa

ENTREGA  I
—Lorenzo, ¿dónde estás?, ¿porqué no coges el móvil?
—Domingo, estaba ocupando, por las noches suelo dormir.
— ¿Ocupado? Vamos hombre,  que no tengo edad para tonterías. Deja tu ocupación o lo que sea, tal como esté, y echando leches. Tenemos un fiambre y según me ha dicho el jefe, lo han pasado por la picadora.
—Dios, ¡Cómo está el hampa! ¿Es que no descansa nunca? ¿Ni siquiera puede uno relacionarse con sus semejantes un domingo por la noche?  ¿Dónde nos vemos?
—Plaza del Ecuador 7.
            Lorenzo y Domingo llegaron unos minutos antes que el juez de guardia. Un aviso anónimo había alertado al 112 de la existencia de un cuerpo en una acera frente a la Plaza del Ecuador, una zona con un pequeño jardín pegado a un aparcamiento de escasa iluminación y a unos metros de la confluencia de las calles Serrano y Príncipe de Vergara.
            Las tres de la madrugada, Domingo se agacho junto al cadáver e indicó a Lorenzo que se acercase.
—Mira Lorenzo, -dijo a la vez que levantaba la sábana de aluminio que tapaba el cadáver- ¿Quién crees que ha podido hacer esto? Da una vuelta por los alrededores a ver si encuentras algo, pregunta si hay algún garito abierto y si ves a alguien, le haces las preguntas de rigor.
            Del primer examen visual sólo pudieron determinar lo más evidente, varón, de raza blanca, uno setenta y cinco de estatura, mediana edad, por las facciones probablemente español. La causa de la muerte estaría relacionada con las dos heridas que se encontraban en la espalda, arma blanca indeterminada, las manos amputadas; el forense lo corroboraría después, pero parecían cortes limpios, sin desgarros, ropa cara, traje, corbata de seda, habría que ver las etiquetas, ojos cerrados y boca ensangrentada. No tenía documentación, los bolsillos vacíos, no llevaba ni calderilla, sólo se encontró en el bolsillo interior de la americana un Ipod de los que se sujetan por una pinza.
            Ambos agentes tenían claro que aquel no había sido el lugar donde se había producido el crimen, ni las amputaciones. No había sangre, ni los restos del cadáver pendientes de localizar.
            Una vez que llegó el juez ordenó el levantamiento del cadáver, Domingo llamó a Lorenzo que estaba realizando la infructuosa ronda.
—Vayámonos a comisaría. Avisa a Adriana, la quiero a primera hora en la oficina y con la pizarra preparada. Tenemos muchas preguntas, de momento ninguna respuesta y por el estado del fiambre, mañana a primera hora saldrá la información en todos los telediarios y menos mal que es de madrugada, si no hasta en los diarios gratuitos.
—Domingo, ¿a ti que te parece?, no estamos acostumbrados a encontrarnos cadáveres por entregas y en principio, como opinión y a falta de los indicios que nos dé el forense, no sé muy bien por donde podemos empezar.
            El reloj de comisaría marcaba las ocho de la mañana cuando Lorenzo entraba en el despacho de Domingo. Nadie sabía nada de su vida privada, de su familia, si es que la tenía. Sólo que no soportaba la música que Lorenzo le obligaba a escuchar a todo trapo en su coche. Tenía alrededor de cincuenta años, así al menos los calculaba Adriana, que utilizando complicados cálculos sobre la cantidad de pelo restante y su relación inversa respecto de las canas y las entradas, junto con el desarrollo evolutivo de las tallas de su cintura, había llegado a esta conclusión. Observadora como ninguna, no se le escapaba detalle alguno de aquellos que la mayoría de los hombres jamás serían capaces de intuir ni siquiera su existencia. Joven e introvertida, todo su caudal creativo lo dirigía hacia la red, donde con tiempo y paciencia, era capaz de localizar cualquier información susceptible de ser encontrada. Adriana, sólo tenía ojos para Lorenzo, atlético, extrovertido y locuaz, le gustaba jugar con el lenguaje, pero sobre todo cuando para exasperar a Domingo, rebuscaba extraños sinónimos en vez de utilizar el lenguaje cotidiano, y eso a ella le fascinaba. Pero a Lorenzo poco le importaba; él no se fijaría en nadie cuya ropa interior no tuviera un alto contenido en encaje de color rojo y negro, compraba el As para ver la foto de la contraportada, y ella a pesar de apetecerle a veces, no estaba dispuesta a entrar en una dinámica como aquella, aunque si se ponía a tiro ¿a quién le podía amargar un dulce? Pero a pesar de todo, Adriana estaba de acuerdo con Domingo, Lorenzo podía presumir de su ingenio, su intuición y su capacidad de trabajo.
Cuando llegó  Domingo, el resto de equipo estaba tomando café delante de la pizarra.
—Buenos días, chicos ¿qué tenemos?
—Verás Domingo, preguntas, preguntas y más preguntas. ¿Quién? ¿Cómo? ¿Dónde? y ¿porqué?
—En primer lugar hay que identificar el cadáver. Una vez que conozcamos el entorno será más fácil.
— ¿Adriana? –señaló Domingo para que iniciara su exposición.
—Si Domingo –se levantó hasta acercarse a la pizarra donde hizo las anotaciones a la vez que hablaba- Acabamos de recibir el informe del forense; lo que intuíamos, La causa de la muerte fueron las dos heridas de la espalda, el cadáver tenía amputados las manos y los dientes. Por la forma de la herida quizás un cuchillo de cocina y el corte de las manos es bastante limpio, post morten de solo dos tajos, por la forma parece un machete. Las encías destrozadas, le arrancaron los dientes uno a uno, pongamos que unos alicates o unas tenazas, vamos la boca hecha un Cristo; así que para identificarle sólo tenemos de momento el ADN. Hora aproximada de la muerte las doce de la noche.
  ¿A qué hora fue la llamada al 112?
—A las dos y veinte.
—Eso quiere decir entre cometer el crimen, pasarle por el aserradero, hacerle la ortodoncia y darle el paseo no pudo pasar mucho tiempo, pongamos dos o tres horas; además, el instrumental parece que pueda servir el de cualquier casa.
— ¿Tú qué crees Lorenzo, a mi me da que no pueden haberlo matado muy lejos de donde lo encontramos? Quirófano, clínica dental, limpieza en seco y transporte en sólo dos o tres horas, parece poco tiempo y si no ha sido premeditado menos todavía.
—No tiene por qué ser del barrio, pero seguro que tiene alguna relación con él, su asesino le conocía, le cerró los ojos, así que es probable que sino él, seguramente su matarife sí lo sea; pero todas maneras vayamos paso a paso, cuando terminemos, pásale la foto a un par de patrullas y que peinen la zona. ¿Qué más tenemos Adriana?
—Tenemos la ropa y el Ipod. Las etiquetas son de lo más exclusivo, nuestro finado debía beber en las fuentes de la opulencia, indumentaria de primera calidad de tiendas exclusivas de la calle Serrano y Ortega y Gasset.
—Lorenzo, nosotros nos vamos a la zona noble a ver si alguna dependienta nos da alguna pista. Y tú Adriana, a ver qué puedes sacar del cacharro ese.
-Perdona Domingo, ¿has escuchado la música del “cacharro ese”? Es curioso, pero no pega mucho con lo que aparenta nuestro cadáver. Acabo de entrar en el menú y sólo hay música de un conjunto, que aunque siendo un clásico no va con la edad de nuestro cadáver. Esas canciones son de los primeros setenta, se debieron componer cuando sus padres eran aún novios. Otra cosa, como todos los aparatos tiene número de serie y puede estar registrado para recibir las actualizaciones. Tengo que comprobarlo
-Tira por ahí, pero si ves que no llegas a ningún sitio te paras, nuestros recursos son limitados y tenemos que optimizarlos al máximo, de todas maneras haznos una copia para que podamos escucharlas en el coche, también tengo curiosidad por escucharlas, y no te olvides de cotejar el ADN y contactar con personas desaparecidas por si alguien hubiera puesto alguna denuncia.
—No te reconozco Domingo, te pareces al jefe.
—No nombres a la bestia, que ya sabes lo que ocurre cuando se la convoca. Ves, te lo dije -ambos levantaron la cabeza para ver como el comisario entraba por la puerta de la comisaría-, todos formales que acaba de llegar y con la cara que trae seguro viene a por nosotros antes de pasarse por su despacho.
-Silva, Villar a mi despacho.           
                                                                                           continurá... 


miércoles, 17 de octubre de 2012

De viaje en Londres

Ayer, en clase, reconocí haber leido los libros de Harry Potter, pero no pude explicar la fascinación que comencé a sentir hace años, y que aún mantengo por ese niño que en un mundo de magos y muggles (no magos) en el que la lucha del bien contra el mal está siempre presente, es capaz de sobreponerse a todos los contratiempos para que el bien absoluto triunfe sobre la maldad.


Por  estas razones, una vez en Londres, no pude dejar de acercarme a la estación de tren de King Cross para intentar atravesar el andén 9 y 3/4 y entrar en ese mundo mágico para unirme a las huestes de Harry y aqui una muestra de ello. Muchos son los llamados y pocos los elegidos.

viernes, 28 de septiembre de 2012

San Jeronimo el Real

La fachada, al calor de la ampliación del Museo del Prado, absorve la luz de agosto y muestra claramente sus formas y colores. Iglesia integrante del Real Monasterio de San Jerónimo, último vestigio de la floreciente institución fundada por los Reyes Católicos, se encuentra rodeada por el Casón del Buen Retiro, el Museo del Prado, La Real Academia de la Lengua,el edificio del antiguo Museo del Ejército y el Real Jardín Botánico. ¿Quién no quisiera este escenario para una novela de misterio? Ah, y a sólo unos pasos los hoteles más emblemáticos de Madrid, El Ritz y el Palace. Edificio tan especial como su emplazamiento. No dejeis de recorrer estas calles, ni recogeros unos instantes en la paz interior de este templo.

lunes, 20 de agosto de 2012

Madrid, una noche de agosto




En verano las noches en Madrid suelen ser especialmente calurosas. Este hecho, unido con la gran afluencia de visitantes, hace que nuestra ciudad se presente realmente abarrotada, tal como se ve en las fotografías. Además, creo que es una buena idea el caminar por la ciudad tal como lo hacen los visitantes, por lo que la otra noche hice un recorrido de los que aconsejan en las guías de Madrid editadas en otros idiomas. Normalmente el punto de partida no puede ser otro sino el kilómetro cero, La Puerta del Sol. Desde aquí salen varios itinerarios, la calle Arenal en dirección a la Plaza de la Opera y el Palacio Real, la calle Mayor que te lleva en pos de la Plaza del mismo nombre, las Calles de Preciados, Carmen y Montera en dirección a la Plaza de Callao y la Gran Vía, la calle de Alcalá que nos dirige al sueño blanco de la diosa Cibeles y el Paseo del Prado, y por último, la Carrera de San Jerónimo, cuyo asfalto te traslada hasta las Cortes y al sueño colchonero de la Fuente del dios Neptuno.
En esta ocasión me decanté por la Calle Carretas. A los pocos metros de iniciada la marcha, a mano izquierda, nos entramos con la calle Cádiz, callejón hoy tomado por bares y restaurantes especialmente dirigidos a extranjeros con especialidades típicas como la paella y los mejillones. A mitad de la misma, a la derecha sale un callejón del mismo tamaño aproximadamente, la calle de Barcelona, calle que no hace honor a la gran ciudad mediterránea, como tampoco lo hace la de la tacita de plata, pero no hay que olvidar que cuando se nombraron estas calles, su tamaño era menos menguado en relación a los días que corren y las ciudades más pequeñas que lo que son hoy día. Pero volviendo al recorrido no debemos perder la ocasión de entrar en el bar de la esquina, así lo hice por primera vez cuando era niño de la mano de mi padre, entrar por Cádiz y salir por Barcelona, el bar más grande del mundo rezaba la coletilla.
Si seguimos por Cádiz, a unos cuantos metros llegamos a la calle de Espoz y Mina, guerrillero de raza, azote de los franceses durante la Guerra de la Independencia. La mayoría de los negocios también se corresponden a lugares de ocio, ya sean bares de copas, restaurantes o tascas donde todo el mundo en bien recibido, pero por lo general son frecuentados mas por foráneos que por los locales. Una vez llegados a la intersección con la calle de la Cruz, si giramos otra vez a la izquierda nos encontramos con un callejón fundamental en la vida gastronómica de las tapas de Madrid. En el callejón del Gato, que así es conocido por los castizos, se sirvió por primera vez un plato de patatas fritas, precocidas antes, con una salsa espesa de tomate y algún ingrediente picante especial que en todo el mundo se conoce como Patatas Bravas. Y no olviden mirarse en los espejos de diferente forma que adornan su fachada.
Más adelante se pueden encontrar un par de locales más, La Taberna Pompeyana y la Fragua de Vulcano. En esta ocasión, seducidos por los aromas de la cocina y el hambre decidimos entrar en la Taberna Pompeyana. Desde la última vez que estuve el pasado invierno, han realizado alguna reforma, pero no ha perdido ni un ápice de su encanto entre lo naif-impresionista de los frescos pintados en sus paredes, y lo típico de la carta, que si bien ha sido recortada, mantiene lo sustancial, a saber calidad de productos y precios ajustados, sin olvidad amabilidad y disposición del personal del servicio que siempre peca más por exceso que por defecto. Después de la tortilla, el jamón o las croquetas, si seguimos por el callejón llegamos a la Plaza de Santa Ana con sus terrazas, a la Plaza del Ángel con el Café Central y a las calles Príncipe, Huertas y Prado en el corazón del Barrio de las Letras, pero ese recorrido lo dejamos para otra calurosa noche de agosto.

miércoles, 8 de agosto de 2012


Crepúsculo en el valle del rio Alberche.

A unos pocos kilómetros de Madrid, poco más allá de Navalcarnero, donde Felipe IV tomó a Mariana de Austria como esposa, siguiendo el curso del rio, un poco más al norte, donde la sombra señala a la Maliciosa, podemos hacer una bonita excursión por el vientre de la sierra norte de Madrid hasta coronar Navacerrada..

jueves, 26 de julio de 2012

El Club de los Martes


              JJ y Paul acababan de amarse y estaban tan exhaustos como extenuados; tenían sus piernas entrelazadas para aumentar la superficie de contacto, piel junto a piel. Una vez hubieron terminado, llegó el momento del cigarrillo y de la charla banal. Pero en esta ocasión no ocurrió así; llegó Margot, tan vehemente en el colchón de agua, como cuando tenía la cámara de fotos entre las manos. Una vez se introdujo bajo las sabanas de satén asalmonado, surfeó sobre sus olas hasta naufragar entre las piernas de JJ. Margot pedía más, su voz se presentaba plena de placer, pero no exenta de la frustración por saber que aquellas sensaciones serían finitas en el espacio y en el tiempo.
Como sucede con las dietas, en las que se alternan los alimentos, decidieron sustituir el café de media tarde por algo más suculento. El brillo del deseo no había desparecido de sus ojos a pesar del cansancio. En sus miradas se incineraban los reflejos de sus cuerpos entrelazados, al igual que en el espejo redondo que habían ordenado sellar en el techo, aparecían desnudos, sudorosos, deseosos de nuevas sensaciones en el juego amatorio que tanto les satisfacía.
Era el último martes del curso, la última reunión del club por aquel año; todos los martes, mientras sus parejas asistían al curso de relato breve en el centro cultural, ellos se reunían, a sus espaldas por supuesto, para hacer otro tipo de exploraciones y divagaciones sobre el ser humano.
Estaban terminando, llegando al clímax cuando se reflejó en el espejo la figura semi desnuda  de Agnes; no era frecuente, pero esta vez llegaba tarde a su cita semanal. Como siempre, tan dispuesta a apoyar a los desfavorecidos como a entregarse con la máxima intensidad en todo lo que hacía, sopesó las sombras de los pliegues de seda en la silueta de Paul y se zambulló en sus brazos. Este callado, sombrío, auténtico, la recibió como el místico que abraza la luz de la revelación y juntos, los cuatro, se amaron con la desesperación de saber que quizás la noche no relevara al día.
Freddie no asistió aquel día. El día anterior había avisado a JJ de que no podría ir. Tenía que dejar un par de paquetes en el centro cultural y no estaba seguro de poder llegar a tiempo.
Apenas les quedaba tiempo, la clase terminaba y debían recoger a sus respectivas parejas. Fue así como se conocieron, a la salida de clase, mientras esperaban que salieran del centro, pitillo en mano y sonrisa forzada en ristre. De alguna forma, todos estaban sorprendidos de los comentarios de sus respectivas parejas. JJ no podía salir de su asombro con las nuevas perspectivas abiertas en el lenguaje de Eva, y no era la excepción, al igual que sus compañeros de tertulia del aula 13 de la primera planta y después, en la mesa del bar de la esquina, hablaban de crecimiento, pero no sólo intelectual, sino también de mayor consciencia y de interés en el mundo que le rodeaba.
Silvie comentaba que ya no veía personajes planos agarrados en la barra del metro, sino que, como voyeur infiltrada, descubría aristas en sus miradas, cómplices algunas, otras de deseo o acaso de frustración, muchas de pesadumbre y las más de indolencia. Tony no dejaba de hurgar en su más íntimo yo para ser capaz de abrirse y exponer su don, esa cualidad con que la naturaleza le equipó de serie, que no era otra cosa que la fina ironía de encontrar el lado cómico de cualquier hecho cotidiano.
En sus comentarios no olvidaban al alma mater de aquellas reuniones de cuentistas, que por mor de su carisma, no cejaban en esforzarse en encontrar su camino interior contando historias ajenas que en el fondo no hacían sino repetir de diferente forma sus inquietudes y sus esperanzas. Joseph, callaba, ante los comentarios de sus compañeros. En otro tiempo, cuando aún llevaba pantalones cortos, sus amigos le llamaban “buitre” porque lo aprovechaba todo  y cuando le era necesario utilizaba lo aprendido; siempre le fue más sencillo expresarse con la palabra escrita que con el verbo, después de todo, fue precoz a la hora de aprender las letras y retrasado a la hora de hablar y caminar ¿Porqué gastar energía si lo que has de decir no es más bello que el silencio?
Habían encendido el segundo cigarrillo y seguían con su charla banal, pero ya hacía tiempo que deberían haber salido y ésta decaía. JJ, con su barba tan bien perfilada como un paisaje de Constable y envuelto en su pañuelo de seda de Hermes, color regalo de Navidad, disertaba sobre la mejor manera de exponer ideas en diferentes planos temporales, dando un curso de cómo organizar los post it en la pared sin dejar escapar ni una sola idea; pero no pudo terminar, una explosión les lanzó al aire hasta caer magullados sobre un lecho de cristales rotos con sus miradas perdidas en el cielo. En un  instante comenzaron a sonar las alarmas de incendios y a continuación una columna de humo denso se expandió por el centro hasta salir por sus ventanas como lenguas de fuego en la boca de un dragón desbocado.
Pasados unos minutos, magullados pero vivos, recuperaron el aliento y pudieron incorporarse; vieron entonces, como llegaba el primer coche de bomberos de donde descendieron los primeros efectivos, que cubiertos con la escafandra antigases y armados con hachas, sin dudarlo un momento, se adentraron en aquella tormenta de humo y llamas que salía del edificio.
No transcurrió mucho tiempo hasta que escucharon otra explosión en el interior; entonces por una ventana lateral salió una nueva columna de humo negro que por un momento les pareció que tomaba forma de dos enormes seres alados en mitad de un combate para desvanecerse después en su camino hacia el cielo formando, ahora sí, los típicos hongos del humo.
            A nadie le extrañó que aquellas cinco personas asistieran juntas al sepelio que se organizó días después por el fallecimiento de las víctimas; ni tampoco, que abrazados entre si se consolaran con muestras de un profundo y delicado cariño. Tampoco nadie advirtió, que a partir de aquella fecha, las reuniones sociales que tenían lugar en Chalet de la Calle de los Arcángeles, número trece, se sucedieran a diario.